Las Tres Niñas y el Fantasma del Bosque



Era una tranquila tarde en el pueblo de Valle Claro, cuando tres amigas, Sofía, Valeria y Lucía, decidieron aventurarse al bosque que estaba al borde de la ciudad. Aunque las mayores advertencias sobre el lugar giraban en torno a un misterioso fantasma que asustaba a los niños, las niñas eran curiosas y valientes.

"Vamos, no puede ser tan terrible", animó Sofía, sonriendo.

"Y si es cierto, tal vez podamos hacer un trato con él", agregó Valeria, intrigada.

"¿Un trato? ¿Con un fantasma?", preguntó Lucía, más escéptica.

"¡Sí! Dicen que los fantasmas no son malos, solo están tristes", insistió Valeria.

Así que, armadas con una linterna y una gran dosis de valentía, se adentraron en el bosque. Cuanto más se internaban, más oscuro y espeso se tornaba el lugar. De repente, escucharon un susurro que heló la sangre de Valeria.

"¿Escucharon eso?", gritó.

"Solo es el viento", intentó tranquilizarlas Lucía.

"Pero no suena como el viento", agregó Sofía, mirando nerviosamente a su alrededor.

Al avanzar, se encontraron con un viejo árbol que parecía tener vida. Impresionadas, se acercaron y al tocarlo, sintieron un escalofrío.

"¡Es el árbol del fantasma!", exclamó Sofía.

De repente, apareció un haz de luz frente a ellas, y con un estruendo, un fantasma con una larga capa blanca se mostró.

"¿Quién osa perturbar mi descanso?", preguntó el fantasma, con voz grave, haciendo eco entre los árboles.

Las niñas se asustaron, pero Sofía reunió coraje y dio un paso adelante.

"Nosotras no quisimos molestarte. Solo queríamos conocerte", dijo, temblando un poco.

"¿Conocerme? ¡Soy un fantasma solitario! Nadie se atreve a acercarse. Todos me temen", respondió el fantasma, su voz llena de tristeza.

Las niñas se miraron entre sí, sintiendo compasión por el fantasma.

"No es justo que estés solo", dijo Valeria, acercándose con un gesto cálido.

"Sí, quizás podemos hacer algo para ayudarte", aportó Lucía, pensando en cómo podrían ayudarlo.

El fantasma, sorprendido por su bondad, empezó a contarles su historia. Había sido un protector del bosque, pero tras un accidente, había quedado atrapado entre dos mundos y ahora solo deseaba volver a ser libre.

"¿Y cómo podemos ayudarte?", preguntó Sofía.

El fantasma explicó que necesitaba encontrar su amuleto perdido, que había sido enterrado en el corazón del bosque.

"Si lo encuentran, podré descansar en paz", dijo el fantasma.

Las niñas, decididas a ayudar, formaron un plan. Movilizando toda su creatividad, empezaron a buscar pistas a medida que exploraban. Durante horas, caminaron entre árboles, cruzaron pequeños ríos y descubrieron un mundo lleno de maravillas y peculiaridades.

Finalmente, encontraron un viejo tronco, cubierto de musgo, donde había una pequeña caja enterrada.

"¡Esto debe ser!", gritó Valeria mientras la desenterraban. Cuando abrieron la caja, un resplandor dorado iluminó sus rostros.

"¡El amuleto!", exclamaron todas a la vez.

Regresaron donde estaba el fantasma, y al entregarle el amuleto, éste comenzó a brillar intensamente. El fantasma sonrió, sus ojos reflejaban gratitud.

"Gracias, pequeñas. Ustedes me han dado una segunda oportunidad."

Con una ráfaga de luz, el fantasma se transformó en una hermosa figura etérea y empezó a elevarse hacia el cielo. n

"Recuerden, siempre que necesiten ayuda, el valor y la bondad son más poderosos que el miedo."

Y así, el bosque que una vez fue oscuro y aterrador, quedó iluminado y lleno de vida por la memoria del fantasma benevolente. Las niñas, ahora conocidas como las guardianas del bosque, aprendieron que enfrentar sus miedos puede llevar a grandes amistades y aventuras.

"Siempre que estemos juntas, no hay nada que temer", concluyó Sofía mientras abrazaba a sus amigas bajo la luz de la luna.

Desde entonces, el bosque se convirtió en un lugar de unión y alegría, donde las risas de las niñas resonaban entre los árboles y el recuerdo del fantasma les recordaba a todos que la bondad puede cambiar cualquier historia.

FIN.

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