Las Tres Noches en Casa de la Abuela
Era un soleado viernes cuando José llegó a la casa de su abuela, en un pequeño pueblo rodeado de árboles altos y un río cantarín. La abuela Laura tenía una casa antigua, llena de historias y recuerdos, pero José nunca imaginó que también ocultara un secreto. Al entrar, un fuerte viento hizo chirriar la puerta.
"Hola, abuela. ¡Cuánto tiempo sin verte!" - exclamó José con una gran sonrisa.
"Hola, querido. Estoy tan feliz de verte. Pero... hay algo que deberías saber." - respondió la abuela, con un tono enigmático.
Curioso, José se acercó a escuchar con más atención.
"Esta casa tiene... algunos misterios. Hay ruidos extraños, a veces se ven luces en la noche, y he escuchado que los antiguos dueños no se han ido del todo. Sin embargo, no te asustes, siempre he vivido aquí y no me ha pasado nada malo" - explicó la abuela mientras movía la cabeza, como si estuviera recordando algo.
José se sintió emocionado, pero también un poco nervioso. La primera noche pasó tranquila, con José sumido en la lectura de un viejo libro que su abuela le había dado. Sin embargo, a eso de la medianoche, escuchó un susurro que provenía del pasillo.
"¿Alguien está ahí?" - preguntó con voz temblorosa. No hubo respuesta.
Lentamente se levantó de la cama y decidió investigar. Al llegar al pasillo, se dio cuenta de que una de las puertas del armario estaba entreabierta. Con el corazón latiendo rápidamente, José empujó la puerta y... ¡sorpresa! Se encontró con una marioneta antigua que comenzó a moverse sola.
"Hola, José. ¡Bienvenido a nuestra casa!" - dijo la marioneta con una voz juguetona.
"¿Qué? ¡¿Eres tú quien susurra? !" - preguntó José, sintiéndose más confundido que nunca.
"Así es, yo soy Pepito, el guardián de los secretos de la casa. No tienes de qué preocuparte, pero sí debes ayudarme." - explicó la marioneta.
José, intrigado, decidió que debía seguir al nuevo amigo. Pepito lo llevó a un rincón del ático, donde había un viejo cofre.
"Dentro de este cofre hay un mapa que nos ayudará a encontrar cosas que se han perdido y que hacen que los espíritus estén inquietos. Si lo encontramos, ¡todo volverá a la normalidad!" - dijo Pepito.
Con valentía, José se armó de valor y comenzó su búsqueda. Al día siguiente, él y Pepito se aventuraron por la casa, abriendo puertas y revisando lugares que nunca había visto. Cada vez que encontraban un objeto perdido, como un viejo reloj o una joya, el ambiente se sentía más ligero. La abuela Laura observaba desde la distancia, con una sonrisa, mientras José escuchaba los relatos de cada objeto.
La segunda noche, mientras buscaban, se escucharon risas infantiles llenando el ambiente.
"¿Las escuchaste, Pepito?" - preguntó José, sintiéndose aún más intrépido.
"Sí, son los niños que vivieron aquí antes. Solo quieren jugar" - respondió Pepito.
Decidido a descubrirlo, José se puso creativo. Escribió una invitación en una hoja:
"Queridos niños, si quieren jugar, salgan y diviértanse con nosotros. ¡Estamos aquí para ayudarles!" - escribió con entusiasmo.
Instantáneamente, un grupo de luces brillantes danzaron alrededor, revelando a los niños.
"¡Hola!" - gritaron al unísono, con ojos brillantes.
Esa noche, José, Pepito, y los niños jugaron hasta que el sol comenzó a asomar, creando un ambiente de alegría y paz. José se dio cuenta de que aquellos espíritus solo buscaban compañía y diversión.
Finalmente, llegó la tercera noche, y estaban listos para abrir el cofre. José, lleno de determinación, lo hizo con sus propias manos. Dentro encontró un relicario que brillaba.
"Esto es lo que los trae aquí, su memoria y las risas compartidas. ¡Debemos devolverlo a su lugar!" - dijo José emocionado.
Se dirigieron al jardín donde la abuela Laura solía contar cuentos y colocaron el relicario en un pequeño altar que armaron con pétalos de flores.
"Ahora podemos jugar siempre que queramos, y por fin estarán en paz" - dijo José.
Desde ese día, la casa de la abuela no fue solo un lugar antiguo lleno de secretos, sino un refugio de risas y recuerdos felices. José aprendió que el amor, la amistad y la valentía podían deshacer viejos hechizos y ayudar a quienes estaban atrapados en el pasado. Cada vez que regresaba, los espíritus lo recibían con alegría, sabiendo que José era su amigo.
Cuando José finalmente se despidió de su abuela y emprendió su camino de regreso, prometió que volvería, no solo para visitar, sino también para seguir ayudando a aquellos que necesitaban un amigo y un poco de luz en la oscuridad.
FIN.