Las Tres Ventanas de El Edificio de Enfrente
Era un día común en la ciudad y el sol brillaba con fuerza. Tomás, un niño de diez años, estaba sentado frente a su ventana, mirando el mundo. Cuando giró la mirada, vio, al otro lado de la calle, un edificio que tenía tres ventanas. Era un edificio viejo y desgastado, pero a Tomás le llamaba la atención.
- ¿Por qué hay tres ventanas? - se preguntó en voz alta, dejando que su curiosidad fluyera como un río.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por su madre, que entró a la habitación.
- ¿A qué mirás, Tomás? - le preguntó, sonriendo.
- A ese edificio - respondió señalando con el dedo. - Quiero averiguar qué hay detrás de esas ventanas.
Su madre rió suavemente.
- Tal vez sea un gran misterio. ¿Por qué no te pones tu zapatillas y vas a investigar? - sugirió, dándole una idea brillante.
Tomás sintió que su corazón se llenaba de emoción. Rápidamente se puso las zapatillas y salió corriendo hacia el edificio de enfrente. Al llegar, vio que las ventanas eran diferentes entre sí. La ventana de la izquierda estaba cubierta por una cortina azul, la ventana del medio era de color amarillo y estaba abierta, y la ventana de la derecha era de madera antigua, apenas podía verse a través de ella porque estaba llena de polvo.
Se acercó a la ventana del medio y miró adentro. Para su sorpresa, vio a una niña de su edad, sentada en el suelo, rodeada de un montón de libros. Levantó la vista.
- ¡Hola! - gritó Tomás emocionado. - ¿Qué estás haciendo?
La niña se asustó un poco al verlo y se levantó, sonriendo.
- ¡Hola! Estoy leyendo sobre aventuras y mundos mágicos. - dijo, con la voz animada. - Mi nombre es Clara. ¿Y el tuyo?
- Yo soy Tomás. Siempre me pregunté qué había detrás de estas ventanas. ¡Parece que hay toda una aventura aquí! - expuso, mirando los libros.
Clara sonrió y lo invitó a entrar.
- ¡Claro! Vení, te muestro. - dijo con entusiasmo.
Tomás se metió en la casa y se maravilló con lo que vio. Clara tenía una colección de libros de aventuras, fantasía y ciencia que hacían brillar sus ojos.
- ¿Te gusta leer? - le preguntó Clara.
- Nunca he leído tanto... a veces veo libros en casa, pero nunca me atreví a abrir ninguno. - respondió Tomás, sintiendo una mezcla de emoción y timidez.
Clara comenzó a contarle sobre sus libros, compartiendo historias emocionantes.
- ¿Te imaginas que un dragón puede volar en una tormenta? - preguntó Clara con un brillo en sus ojos.
- ¡Eso sería increíble! - exclamó Tomás, sintiendo que su imaginación se desbordaba.
Se pasaron horas hablando de aventuras, inventando historias y soñando sobre futuros viajes. De repente, Clara miró por la ventana y dijo:
- ¿Ves la ventana de la izquierda? Ahí vive Doña Rosa, dice que es una artista. Le encanta pintar paisajes de la ciudad. -
Tomás sintió que su curiosidad crecía de nuevo.
- ¿La conocemos? - preguntó, entusiasmado.
- ¡Sí! Vamos a visitarla. - sugirió Clara.
Así que, juntos, se dirigieron hacia la puerta de Doña Rosa. Cuando llegaron, tocaron el timbre. Una amable señora de cabellos grisáceos les abrió la puerta.
- Hola, chicos. ¿En qué puedo ayudarles? - preguntó, sonriendo como si les conociera de toda la vida.
- Venimos a ver tus pinturas, Doña Rosa - dijo Clara. - ¡Dicen que son hermosas!
Los llevó a su estudio, donde había lienzos llenos de colores vibrantes.
- ¡Son maravillosas! - dijo Tomás, impresionado por la belleza de cada cuadro.
- Gracias, niño. La pintura es una forma de mostrar lo que hay en nuestro corazón. - explicó Doña Rosa, con una sonrisa amable. - Cualquiera puede ser artista, solo hay que atreverse a probar.
Tomás miró a Clara y luego a la artista.
- A mí me gustaría aprender a pintar. - confesó con un brillo de determinación.
- ¡Entonces deberías intentarlo! - le dijo Doña Rosa, animándolo. - ¡Siempre habrá algo hermoso que contar!
Tomás se sintió lleno de energía y creatividad. Esa tarde se despidió de Clara y volvió a su edificio, decidido a contar sus propias historias a través de la pintura.
A partir de ese día, Tomás no solo exploró las tres ventanas, sino que también comenzó a pintar y a leer. Cada semana, visitaba a Clara y Doña Rosa, y así comenzaron a crear un mundo lleno de amistad, arte y cuentos que los unió para siempre. Y todo porque un niño curioso decidió mirar por la ventana.
FIN.