Las Vacaciones de Itzel
Era una calurosa mañana de noviembre en Buenos Aires, y Itzel, una estudiante de 21 años, se miró al espejo con una gran sonrisa en su rostro. "¡Ya falta muy poco para las vacaciones de verano!" pensó mientras ajustaba su moño. La universidad le había dejado muchas enseñanzas y amigos, pero el deseo de descansar y disfrutar del verano era mucho más fuerte.
Itzel llegó a la facultad, donde sus amigos la esperaban.
"¡Hola, Atzel! ¿Listos para las vacaciones?" - gritó Ana, su mejor amiga, mientras movía los brazos en el aire.
" ¡Sí! Solo tengo que entregar un último trabajo y soy libre!" - dijo Itzel, mientras se sentaba junto a ella.
"No puedo esperar a ir a la playa. ¡Quiero construir castillos de arena!" - exclamo Lucas, el divertido del grupo.
El día pasó volando entre risas y charlas sobre lo que harían en sus días libres. Pero cuando Itzel regresó a casa, encontró a su madre, doña Clara, con una expresión preocupada.
"¿Qué pasa, mamá?" - preguntó Itzel, un poco alarmada.
"Nada hija, solo estoy intentando organizar las cosas para las vacaciones. Hay mucho por hacer y estoy un poco abrumada. Ya sabes cómo es el hogar..." - respondió doña Clara.
Itzel miró a su madre y decidió que no podía comenzar sus vacaciones con su madre tan estresada.
"Mamá, este año te ayudaré a preparar todo. ¿Te gustaría que hiciera una lista de las cosas que necesitamos?" - sugirió.
Doña Clara sonrió con gratitud.
"¡Sería maravilloso, Itzel! Eso me haría sentir más aliviada."
Fue así como Itzel pasó su semana final de clases ayudando a su mamá. Hicieron una lista de compras, prepararon comidas para los próximos días y organizaron la casa. Sin embargo, no todo fue trabajo. Disfrutaron juntas de momentos divertidos, como cocinar nuevas recetas o escuchar música al ritmo de la cumbia.
Finalmente llegó el día de las vacaciones. Itzel estaba lista para salir, pero aún había algo que quería hacer. Tomó un poco de tiempo para reflexionar.
"Mamá, gracias por tu ayuda este año y por enseñarme tanto sobre la vida. También me siento feliz de haber compartido estos días contigo, y creo que las buenas vacaciones comienzan en casa."
"Estoy muy orgullosa de ti, Itzel. Aprender a ayudar y compartir cada momento hace que las vacaciones sean mucho más especiales."
Al día siguiente, Itzel se fue con sus amigos a la playa. Con el calor del sol acariciando su piel y la brisa marina despejando su mente, sus días fueron llenos de aventuras. Armaron un gran castillo de arena, compitieron en carreras de obstáculos y jugaron bola. Después de días de vacaciones, todos estaban cansados pero felices.
Antes de irse de la playa, decidieron hacer una fogata por la noche. Mientras estaban sentados alrededor de las llamas, empezaron a compartir historias.
"¿Cuál fue el mejor momento de estas vacaciones?" - preguntó Lucas.
"Para mí fue cuando hicimos esa locura de tirarnos por las olas en la tabla" - dijo Ana.
"Yo creo que la diversión fue ver cómo se nos caía la arena del castillo que construimos" - se rió Itzel.
Al final de la noche, sintieron que ya no eran solo amigos, sino una verdadera familia que había creado recuerdos.
Las vacaciones de Itzel le enseñaron que, a veces, la felicidad no está solo en descansar, sino en compartir momentos valiosos con los seres queridos, en disfrutar el tiempo juntos y crear un lazo más profundo. Y así, cuando el verano llegó a su fin, Itzel volvió a la universidad con un corazón lleno de alegría y almacenamiento de recuerdos inolvidables.
"Al final de cuentas, lo más importante es que siempre podemos encontrar un tiempo para compartir y disfrutar juntos", pensó Itzel con una gran sonrisa mientras regresaba a sus clases. Y así, todas las vacaciones que siguieron se convirtieron en parte de una hermosa historia de amistad y familia.
FIN.