Las Vacaciones Dulces de Mateo
Era una mañana brillante en la casa de Mateo, un nene de diez años que, emocionado por sus vacaciones, ya había decidido cómo pasaría sus días: ¡comiendo golosinas! No podía imaginar un plan más divertido.
-Mamá, hoy quiero comer caramelos, chocolates y galletitas todo el día -dijo Mateo mientras se servía un gran plato de golosinas.
-¡Pero Mateo! -respondió su mamá con una sonrisa- Es importante comer un poco de todo, no solo dulces.
-Pero, ¡estoy de vacaciones! -replicó él- Solo quiero disfrutar.
La mamá de Mateo decidió hacer un trato.
-De acuerdo, pero por cada hora que comas golosinas, tendrás que hacer una hora de actividad al aire libre. ¿Qué te parece?
Mateo pensó que era un muy buen trato. Así que comenzó su día entre caramelos y golosinas, pero después de apenas un par de horas, sus energías comenzaron a fluir de una manera diferente.
-Creí que iba a sentirme más feliz, pero me siento un poco... ¿raro? -le dijo a su mejor amigo, Lucas, que había venido a jugar.
-¿Te acordás que dijiste que querías ser un superhéroe estas vacaciones? -preguntó Lucas- Todos los superhéroes tienen que estar fuertes.
Mateo se quedó pensando. Tenía razón, ¡los superhéroes no se alimentan solo de golosinas! -¡Sí! ¡Yo voy a ser un superhéroe! -exclamó Mateo.
Entonces, decidió salir al parque a jugar al fútbol con Lucas. Al principio, no se sentía tan bien porque había comido muchas golosinas. Pero, para su sorpresa, a medida que corría, su cuerpo empezaba a sentirse más ágil y divertido. Después de una hora de juego, se sintió más vivo que nunca.
-¡Esto es genial! -gritó mientras chutaba la pelota- ¡Quiero seguir jugando!
Los días pasaban y, aunque al principio Mateo insistía en comer golosinas, pronto entendió que también disfrutaba de paseos en bicicleta, de jugar al aire libre y de visitar parques. Cada vez que se sentía un poco cansado, regresaba y disfrutaba de una pequeña golosina, pero ahora sabía que había otras cosas que también lo hacían feliz.
Un día decidieron hacer una búsqueda del tesoro en su barrio. La mamá de Mateo organizó una parada de golosinas como premio al final del juego. Todos los chicos del vecindario estaban invitados, y Mateo se emocionó más que nunca.
-¿Y si buscamos algo súper especial para el cofre del tesoro? -sugirió Lucas. Mateo comenzó a pensar en cómo podrían conseguir algo único. La idea era encontrar algo que pudiera compartir con todos, no solo dulces.
Así fue que, durante la búsqueda, juntos recolectaron hojas secas, piñas, piedras brillantes y hasta una hermosa flor amarilla. Cuando llegaron al final, Mateo presentó su cofre con orgullo.
-¡Miren lo que encontramos! -dijo mostrando su tesoro-. Podemos hacer un círculo y compartir las golosinas con todos al final.
Todos aplaudieron y celebraron la idea de Mateo, y así fue como su tesoro final se convirtió en una fiesta de caramelos, risas y buena compañía.
Al final de las vacaciones, Mateo reflexionó sobre lo aprendido.
-A veces, comer golosinas está bien, pero compartir y jugar con los amigos es aún mejor -dijo a su mamá cuando regresaron a casa.
-Estoy orgullosa de ti, Mateo. Has aprendido una valiosa lección sobre el equilibrio y la diversión.
Y así, Mateo no solo se convirtió en un experto en encontrar tesoros, sino también en disfrutar de las vacaciones de una manera más saludable y divertida. Ahora sabía que el verdadero sabor de la felicidad no estaba solo en las golosinas, sino en los momentos vividos al aire libre con sus amigos.
FIN.