Las Vacaciones en la Playa



Era un caluroso verano en la ciudad, y los niños de la escuela primaria estaban ansiosos por las esperadas vacaciones en la playa. Entre ellos estaba Lila, una niña llena de energía además de su amigo Tomás, que siempre soñaba con construir el castillo de arena más grande.

Un día, mientras se preparaban para irse, Lila dijo:

"¡Tomás, no puedo esperar más! Vamos a hacer el castillo de arena más grandioso del mundo."

Tomás sonrió y contestó:

"Sí, y también haremos una bandera con nuestras iniciales. ¡Va a ser increíble!"

Cuando finalmente llegaron a la playa, el ambiente estaba lleno de risas y alegría. El sol brillaba, las olas del mar hacían un murmullo relajante y la arena invitaba a ser moldeada. Lila y Tomás corrieron hacia la orilla, listos para comenzar su aventura.

Mientras construían su castillo, se unieron a ellos otros niños. Entre ellos estaba Valentina, quien tenía una gran idea:

"¿Por qué no hacemos un concurso de castillos? El que tenga la mejor decoración gana un helado."

A Lila le encantó la propuesta. Todos comenzaron a trabajar en sus castillos, pero a medida que pasaba el tiempo, un viento fuerte comenzó a soplar.

"¡Ay, no!" gritó Tomás, mientras unas olas empezaron a desarmar la estructura que habían construido.

Lila miró su castillo y, dispuesta a no rendirse, exclamó:

"¡No podemos dejar que el viento nos gane! Vamos a hacer un castillo más fuerte."

Los niños se unieron y, en vez de competir, decidieron trabajar juntos para hacer el castillo más increíble que habían imaginado. Con cada palada de arena, y risas en el ambiente, formaron torres y murallas. Usaron conchas y algas para adornarlo, y en el proceso, se hicieron amigos.

Al extraño acontecer se unió el niño que siempre estaba un poco apartado, Iván. Aunque al principio estaba un poco tímido, Lila lo invitó a que se uniera:

"¡Ven, Iván! Necesitamos más manos. ¿Te gustaría ayudarnos?"

Iván sonrió, y con entusiasmo se acercó:

"¡Sí! Siempre me han gustado las construcciones."

Mientras los niños trabajaban juntos, empezaron a divertirse. Incluso decidieron darle un nombre al castillo: "¡El Castillo de la Amistad!". Entre risas y cooperación, la creación tomó forma, y al final del día, miraron con orgullo su enorme castillo de arena.

"¡Lo hicimos!" exclamó Lila, maravillada al ver su obra.

- “Es el mejor castillo que he visto”, comentó Tomás.

- “Me alegra que nos hayamos unido”, agregó Iván con una sonrisa.

Al final de la tarde, los adultos del lugar decidieron premiar al grupo de niños por la hermosa colaboración y la amistad que habían creado. Le regalaron a cada uno un helado bien frío, justo lo que necesitaban tras un largo día de trabajo.

"¡Qué divertido fue construir juntos!" dijo Valentina mientras saboreaba su helado.

"Sí, y eso es lo que importa, no quién ganó”, añadió Lila.

Con una sonrisa en sus rostros, Lila, Tomás, Valentina e Iván decidieron que las mejores vacaciones en la playa no eran solo construir castillos, sino los momentos compartidos y las amistades que se formaron.

Esa noche, mientras el sol se ponía, los cuatro niños miraron su castillo y supieron que era más que arena y agua; era el símbolo de su nueva amistad y la promesa de muchas más aventuras por venir.

FIN.

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