Las Vacaciones Locas de Wilson y el Chocolate



Era un soleado mediodía en la ciudad de Buenos Aires, cuando Wilson, un pequeño osito de peluche, decidió que era el momento perfecto para un día de vacaciones lejos de su trabajo en la juguetería. Wilson era muy querido por los niños, pero a veces se sentía cansado de estar siempre en el mismo lugar. Así que, armado de valentía y con su maletín lleno de golosinas, decidió escapar a su aventura.

Mientras caminaba por las calles, de pronto se encontró con un grupo de hojas que bailaban al compás del viento. Intrigado, las siguió hasta un hermoso parque lleno de coloridas flores y un gran lago.

- ¡Hola, Wilson! - gritó una mariposa que revoloteaba cerca de él.

- ¡Hola! ¿Qué haces aquí? - preguntó Wilson, sorprendido.

- Vine a disfrutar de un día bonito. ¿Y vos? - respondió la mariposa, mientras se posaba en una flor.

- ¡He decidido tomar unas vacaciones! Necesito un descanso del trabajo en la juguetería. - dijo Wilson, entusiasmado.

La mariposa sonrió, pero entonces una nube oscura apareció en el cielo y comenzó a esconder el sol. Pronto, una suave lluvia comenzó a caer.

- ¡Oh no! ¡Mis vacaciones se están arruinando! - exclamó Wilson, buscando refugio bajo un árbol.

Mientras se cubría, Wilson se dio cuenta de que había dejado su maletín de golosinas en el suelo. Al girarse para recogerlo, se encontró con algo inesperado: ¡un pequeño bebé pato! El pato, con su piel de plumas amarillas, se retorcía tratando de llegar a su madre, que estaba nadando en el lago.

- ¡Hola! - dijo Wilson, agachándose a la altura del patito. - ¿Te has perdido?

- ¡Cuac! - respondió el pato, parpadeando con sus ojos brillantes.

- No te preocupes, amigo. Te ayudaré a encontrar a tu mamá. - dijo el osito decidido.

Con mucho cuidado, Wilson llevó al pato por el sendero del parque, mientras la lluvia seguía cayendo suavemente. Al llegar al borde del lago, pudo ver a la mamá pata nadando de un lado al otro, preocupada.

- ¡Mira! ¡Ahí está! - exclamó Wilson, señalando a la mamá pata.

El patito se emocionó y comenzó a llamarla.

- ¡Cuac! ¡Cuac! - gritó, moviendo sus patitas emocionado.

La mamá pata, al escuchar a su pequeño, nadó rápidamente hasta la orilla y, al ver al patito en brazos de Wilson, no pudo contener la alegría.

- ¡Gracias, amable osito! - dijo la mamá pata aliviada. - ¡Creí que no volvería a ver a mi bebé!

- No es nada, ¡me alegra haber podido ayudar! - respondió Wilson, mientras sintió que su corazón se llenaba de calidez y felicidad.

Después de esa hermosa experiencia, la lluvia se detuvo y el sol comenzó a salir nuevamente, iluminando el parque con su luz dorada.

- ¡Mirá Wilson, ahora el día es perfecto! - dijo la mariposa, regresando al lado del osito. - ¡Deberías disfrutarlo!

Wilson sintió que podía hacer algo especial. Así que compartió su maletín de golosinas con todos los animales del parque.

- ¡Vamos a celebrar juntos! - exclamó, mientras repartía pedacitos de chocolate a sus nuevos amigos.

Los patitos, la mariposa, e incluso un pequeño conejo que se había acercado, disfrutaron de la rica sorpresa. Fue un festín delicioso y alegre, lleno de risas y diversión.

Al final de la tarde, Wilson se dio cuenta de que, a veces, lo mejor de las vacaciones no se trata solo de descansar, sino de compartir momentos felices con los demás.

- ¡Gracias por un día increíble! - dijo Wilson mientras se despedía de sus amigos.

Cuando volvió a la juguetería, su corazón estaba lleno de alegría y nuevas historias. Y, aunque estaba contento de regresar a su trabajo, sabía que siempre llevaría consigo los recuerdos de sus vacaciones locas y el dulce sabor del chocolate compartido.

Desde ese día, Wilson decidió que cada vez que sintiera que necesitaba un descanso, no solo se tomaría unas vacaciones, sino que también buscaría nuevas aventuras y formas de ayudar a los demás. Porque ser un buen amigo y compartir es lo mejor que uno puede hacer, ya sea en vacaciones o en el trabajo.

FIN.

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