Las vacaciones mágicas de Sara y Nehuen
Era un hermoso día de verano cuando Sara, una niña de cinco años llena de energía, se preparaba para irse de vacaciones con su familia. Su papá Fede y su mamá Tami estaban muy emocionados. Pero lo que hizo que diese saltos de alegría fue que su mejor amigo, Nehuen, de siete años, también iba con ellos junto a su familia, los papás Ale y Lau.
- ¡Estoy tan emocionada, Mamá! -exclamó Sara, mientras saltaba por la cocina.- ¿Te imaginas todas las aventuras que vamos a vivir?
- ¡Sí, mi amor! -respondió Tami con una sonrisa.- Vamos a descubrir un lugar mágico.
Una vez en la ruta, los niños no paraban de reír y jugar con los juegos de viaje que habían llevado. Cantaban canciones a todo pulmón y compartían sus dulces favoritos. Cuando finalmente llegaron a su destino, un hermoso camping cerca del mar, los niños no podían creer lo que veían:
- ¡Mirá, Sara! -dijo Nehuen, señalando hacia la playa llena de suaves olas y arena dorada.- ¡Es espectacular!
Los padres comenzaron a montar las carpas, mientras que los niños corrieron hacia el agua.
- ¡Es hora de jugar en la playa! -gritó Sara descalza, corriendo hacia la orilla.
Juntos, construyeron castillos de arena, recogieron caracoles y se metieron al agua salada. Sara, Nehuen y sus familias disfrutaron de una tarde llena de risas hasta que el sol empezaba a ocultarse en el horizonte.
- ¡Vamos a hacer una fogata! -sugirió Papá Ale, mientras todos regresaban al camping.
Los niños ayudaron a recolectar palos y hacer un círculo de piedras. Con un poco de esfuerzo, la fogata comenzó a arder.
- ¡Es tan hermoso! -dijo Tami, mientras todos se sentaban alrededor del fuego.- Ahora vamos a contar historias.
Sara tomó un palo y comenzó a dibujar en la arena, inspirada por la magia del fuego.
- Una vez, en un bosque encantado, un pequeño dragón y una valiente niña se hicieron amigos -comenzó a contar Sara, y todos se quedaron atentos.
- ¿Y qué pasó después? -preguntó Nehuen.
- ¡Los dos viajaron a lugares lejanos! -continuó Sara emocionada.- Pero tuvieron que enfrentarse a un gran desafío... ¡Una tormenta de colores!
- ¡Eso suena increíble! -intervino mamá Lau, con una sonrisa. - ¿Cómo lo superaron?
- Usaron su talento para hacer magia y se ayudaron mutuamente -respondió Sara, ilusionada con su propio cuento.
Esa noche, después de las historias y algunas canciones bajo el cielo estrellado, todos se fueron a dormir con sonrisas en sus rostros.
Al día siguiente, mientras exploraban un sendero cercano al camping, los amigos descubrieron un misterioso mapa tirado entre las hojas.
- ¡Mirá esto, Sara! -dijo Nehuen al levantarlo con cuidado.- ¡Parece un mapa del tesoro!
Los niños intercambiaron miradas llenas de emoción.
- ¡Vamos a seguirlo! -exclamó Sara. Las familias decidieron acompañarlos, y así comenzaron su nueva aventura.
Cada marca en el mapa era como una pista que los llevaba más lejos en el bosque. Pasaron por un arroyo, vieron hermosas mariposas, y hasta encontraron árboles que parecían conversaciones mágicas. No obstante, había un obstáculo: un pequeño puente roto.
- No podemos cruzar -dijo Papá Fede pensativo, viendo la distancia entre los dos extremos del puente.
- Esperen, ya sé! -exclamó Nehuen, iluminado por una idea.- ¡Podemos usar los troncos que encontramos en el camino para hacer un puente improvisado!
Entre todos, comenzaron a juntar troncos y ramas, uniendo fuerzas y trabajando en equipo para cruzar. Tras hacer un puente seguro, se ayudaron unos a otros para pasar, y finalmente llegaron al otro lado. Brindaron energías: ¡lo habían logrado!
- ¡Esto es lo mejor! -gritó Sara, levantando los brazos en señal de triunfo.
Después de seguir el mapa, llegaron a un lugar donde el sol iluminaba un pequeño cofre enterrado.
- ¡El tesoro! -gritó Nehuen, corriendo hacia él.
Sara y Nehuen abrieron el cofre y encontraron... ¡un montón de piedras preciosas y monedas de chocolate!
- ¡Increíble! -dijo Ale, riéndose.- Pero el mejor tesoro de todos es la aventura que compartimos juntos.
- ¡Sí! -respondió Tami entusiasmada.- Y todas las lecciones que aprendimos sobre trabajar en equipo y ser creativos.
De regreso en el camping, los niños disfrutaron de sus dulces de chocolate mientras contaban a sus papás lo que habían aprendido:
- ¡La magia está en ayudar a los amigos! -dijo Nehuen.
- Y también en compartir momentos y hacer cosas juntos -agregó Sara, llena de felicidad.
Al regresar a casa, Sara y Nehuen prometieron que siempre recordarían esas vacaciones mágicas. Y así, se dieron cuenta que la verdadera aventura no solo estaba en el tesoro encontrado, sino en cada risa, cada logro y cada historia compartida con quienes más amaban. ¡Y así, con corazones llenos de nuevas vivencias, se sumergieron en la promesa de más aventuras por venir!
FIN.