Las vacaciones soñadas en Uruguay
Era una cálida tarde de diciembre y toda la familia López estaba reunida en la mesa del comedor, planificando sus vacaciones de verano. Joanna estaba revisando fotos de playas uruguayas en su computadora, mientras Sebastian contaba anécdotas de sus propias vacaciones en la infancia.
"- Mamá, ¿podemos ir a La Paloma? Dicen que tiene las mejores olas para surfear!" exclamó Lautaro, emocionado.
"- Y yo quiero hacer castillos de arena en la playa, como el año pasado!" agregó Martina, moviendo las manos de forma entusiasta.
"- Chicos, calma. Podemos hacer un itinerario que incluya todo lo que les gusta", intervino Joanna, sonriendo. "A Facundo le encantaría también llevar su bajo e incluso tocar en la playa con otros músicos."
"- Totalmente, pero tengo que encontrar un lugar donde no me dé vergüenza hacer ruido. Espero que haya otros chicos que toquen", dijo Facundo, con una mirada soñadora.
Los días pasaban y por fin llegó el gran momento. La familia López se subió al auto, lleno de expectativas y música. Facundo llevaba su bajo cuidadosamente guardado, Lautaro llevaba su tabla de surf y Martina, su cubo y pala.
Luego de un largo viaje, al llegar a La Paloma, los niños no podían esperar y corrieron hacia la playa. La arena dorada brillaba bajo el sol y el mar lucía como un tapiz azul. Lautaro no tardó en zambullirse en el agua con su tabla, mientras Martina se dirigía a hacer el castillo más grande que hubiera creado.
"- ¡Miren, ya hice un castillo gigante!" gritó Martina, levantando los brazos triumphalmente, "es el castillo de la Reina Arena."
"- ¡Buenísimo, ahora falta que lo defienda un caballero!" bromeó Lautaro desde el agua, salpicando a Martina.
Los días en la playa se convirtieron en una rutina agradable. Facundo se unía a los músicos locales cada tarde, tocando su bajo con entusiasmo. Un día, mientras practicaba, un chico llamado Nicolás se le acercó.
"- ¡Hola! Yo toco el teclado y me gustaría tocar algo con vos. ¿Te animás?" preguntó Nicolás.
"- ¡Claro! ¿Qué te parece si improvisamos algo al atardecer?" respondió Facundo, emocionado.
Mientras tanto, Lautaro estaba disfrutando de su aventura en el agua con un grupo de niños que también hacían surf. Aprendiendo unos trucos y técnicas nuevas, sus sonrisas reflejaban la alegría de la diversión veraniega.
Martina, por su parte, decidió que su castillo de arena necesitaba un toque real. "- ¡Este será el castillo de la Reina Arena y su príncipe!" decidió, agregando figuras de palitos para que fueran los habitantes de su reino de arena.
Los días pasaban y entre tocadas de bajo, surfeadas y castillos de arena, la familia vivió aventuras que jamás olvidarían. Pero un desafío inesperado llegó cuando un fuerte viento sopló una tarde y comenzó a derribar todo lo que había hecho Martina.
"- ¡No, mi castillo!" lloró ella, corriendo hacia la ola de arena que se dispersaba.
"- No te preocupes, Martina. Podemos construirlo de nuevo, pero esta vez más fuerte y mejor", dijo Lautaro, mientras la abrazaba.
Con la ayuda de su hermano y Facundo, Martina no solo reconstruyó su castillo, sino que hicieron todo un reino con murallas y torres. Al final, no solo era un castillo, sino una fortaleza digna de un cuento de hadas.
"- ¡Miren! ¡La Reina Arena ha vuelto a reinar!" exclamó Martina con una gran sonrisa.
Durante el último día en la playa, Facundo improvisó una canción junto a Nicolás, Lautaro surfearía las últimas olas, y Martina jugaba en su castillo.
Al caer el sol, la familia se reunió para disfrutar un picnic en la arena.
"- Este fue el mejor verano de nuestras vidas, ¿no?" dijo Sebastian, mirando a todos los felices.
FIN.