Las vocales y su envidia con las consonantes


En el reino de las letras, las vocales y las consonantes vivían en armonía, cada una cumpliendo su rol en la formación de palabras. Sin embargo, las vocales comenzaron a sentir envidia de las consonantes, ya que estas podían formar sonidos más fuertes y llamativos. Las vocales, llenas de tristeza, se reunieron para buscar una solución.

"Estoy cansada de ser una simple vocal, siempre opacada por las consonantes", se quejó la vocal A.

"Sí, a ninguna palabra le importa la vocal E", agregó la vocal E con tristeza.

"Nosotras también somos importantes", intervino la vocal I.

"Pero no podemos hacer ruido como las consonantes", lamentó la vocal O.

"Es cierto, siempre nos roban el protagonismo", dijo la vocal U con resignación.

Decididas a cambiar su situación, las vocales buscaron al sabio abuelo Ñ, quien les enseñó que su verdadero poder residía en la unión y en la formación de sonidos suaves y melodiosos. Entendieron que juntas podían crear palabras hermosas que transmitieran emociones y pensamientos.

A partir de ese día, las vocales se unieron entre sí y con las consonantes, formando palabras llenas de armonía y belleza. Así, descubrieron que su valor no dependía de ser ruidosas o llamativas, sino de la magia que creaban al unirse en las palabras. Las consonantes, por su parte, admiraron la capacidad de las vocales para suavizar y dar vida a las palabras.

Desde entonces, el reino de las letras se llenó de palabras con significados profundos y emociones, donde las vocales y las consonantes trabajaban juntas en perfecta armonía, sin envidia ni rivalidades. Y así, enseñaron a todos los jóvenes letras la importancia de la cooperación y la aceptación en el proceso de comunicación.

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