Laura y el Poder de la Amistad



Laura era una chica de doce años que había empezado su primer año en una nueva secundaria. Al principio, todo parecía un sueño. Su mochila nueva era de color morado, su estuche estaba lleno de lápices y gomas recién comprados, y estaba emocionada de conocer a nuevos compañeros. Sin embargo, a medida que pasaron los días, la emoción se comenzó a desvanecer.

Laura se dio cuenta de que adaptarse a un nuevo ambiente no era nada fácil. Los grupos de amigas ya estaban formados y, aunque trataba de acercarse, sentía que siempre quedaba fuera. La tristeza comenzó a instalarse en su corazón.

Un día, mientras iba a buscar su comida al comedor, escuchó un grupo de chicas riéndose. Cuando se acercó, una de ellas, Paula, la miró y dijo:

- “¡Mirá, la nueva de la mochila morada! ¿Qué creés que sos, una estrella de rock? ”

Laura se sintió pequeña. Sin embargo, no comprendía que esta era la entrada al mundo del bullying. Con el tiempo, las risas se convirtieron en empujones y comentarios crueles, y el recreo, que antes era su parte favorita del día, se transformó en un momento de ansiedad.

Laura llegó a casa y, con lágrimas en los ojos, le contó a su mamá:

- “No quiero ir más a la escuela. No tengo amigas y ellas se ríen de mí.”

Su mamá respondió con cariño:

- “Laura, a veces las personas actúan así porque no entienden el daño que pueden causar. Pero tú tienes que ser valiente. ¿Y si te animás a hablar con un profesor? ”

Siguió el consejo de su madre y decidió contarle a su profesora, la señorita Ana. Al principio, sentía miedo de ser rechazada. Pero cuando se sentó con la profesora, algo cambió:

- “Señorita, hay chicas que me hacen sentir muy mal en la escuela. No sé qué hacer.”

La señorita Ana la miró tiernamente y le contestó:

- “Laura, te agradezco por confiar en mí. Vamos a trabajar juntas para que esto cambie.”

Laura se sintió un poco más aliviada, pero sabía que la situación no se resolvería de la noche a la mañana. La profesora habló con el grupo de chicas que la estaban acosando y organizó una actividad en clase donde todos compartieron cómo se sentían. Lo que Laura no esperaba era que muchas de las chicas, incluidas algunas que le habían hecho bullying, también tenían inseguridades.

Fue en ese momento que Laura conoció a Fede, un chico que también se sentía fuera de lugar y que se estaba enfrentando a sus propios retos. Durante un taller de construcción de equipo, Laura decidió dar un paso adelante y decir:

- “Todos somos diferentes y eso es lo que nos hace únicos. ¿No podríamos ser amables entre nosotros? ”

Fede la apoyó:

- “Sí, yo también quiero que todos se sientan bienvenidos.”

Día a día, Laura fue forjando nuevos lazos de amistad con otros compañeros que también habían sentido lo mismo. Comenzaron a apoyarse mutuamente. Con el tiempo, el grupo de Laura creció y comenzaron a realizar actividades juntos. Organizaron un torneo de deportes y un club de lectura, donde todos podían participar sin miedo a ser juzgados.

La situación en la escuela cambió para mejor. Las risas que antes dolían, ahora eran las risas de la amistad y la diversión. La inclusividad se volvió el mensaje de la secundaria, y Laura se sintió más segura que nunca. Descubrió que su voz tenía poder y que juntos podían hacer de su entorno un lugar mejor.

Al final del año, Laura escribió una carta a la señorita Ana y a la nueva amiga que había hecho:

- “Gracias por ayudarme a encontrar mi voz. Nunca pensé que podría sentirme tan querida.”

Ambas, la profesora y Fede, respondieron con palabras que Laura guardarían para siempre en su corazón. Aprendió que a pesar de las dificultades, siempre hay un camino hacia la luz, y que la amistad puede superar cualquier adversidad. La historia de Laura no sólo fue de superación, sino también de unir corazones y crear un colegio donde cada uno pudiera ser quien realmente era.

FIN.

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