Laura y el valiente viaje de una niña diminuta



Había una vez una niña llamada Laura, que era tan pequeña como una moneda. Vivía en un pueblo muy lejano, donde todos los habitantes eran gigantes en comparación con ella.

A pesar de su diminuto tamaño, Laura siempre tenía una sonrisa en su rostro y nunca se dejaba intimidar por el mundo que la rodeaba. Un día soleado, mientras Laura exploraba el jardín del pueblo, vio a un grupo de hormigas trabajando arduamente para llevar comida al hormiguero.

Fascinada por su esfuerzo y dedicación, Laura decidió acercarse y hablarles. "¡Hola amiguitas! ¿Puedo ayudarlas?", preguntó Laura con entusiasmo. Las hormigas quedaron sorprendidas al escuchar a alguien tan pequeño ofrecer ayuda.

Sin embargo, aceptaron encantadas y le asignaron la tarea de transportar pequeños granos de azúcar hasta el interior del hormiguero. Laura se puso manos a la obra y comenzó a cargar uno por uno los granos de azúcar hacia el hormiguero.

Aunque cada grano parecía más pesado que ella misma, no se rindió y siguió adelante con determinación. Las otras hormigas estaban asombradas por su valentía y perseverancia.

Mientras tanto, un pájaro llamado Pedro observaba desde lo alto del árbol todo lo que estaba ocurriendo en el jardín. Pedro era conocido por ser travieso y hacer bromas pesadas a los demás animales del lugar. Al ver a Laura cargando los granos de azúcar con tanto esfuerzo, decidió jugarle una mala pasada.

De un rápido vuelo, Pedro descendió hasta el suelo y le arrebató uno de los granos de azúcar a Laura. Riendo maliciosamente, voló hacia lo alto del árbol.

"¡Ja ja! ¿Qué harás ahora, pequeñita? ¡No podrás seguir cargando sin ese grano!", burló Pedro. Laura se sintió desanimada por un momento, pero no se rindió. Sabía que tenía que encontrar una solución para continuar con su tarea y ayudar a las hormigas.

Observando a su alrededor, vio un trozo de hoja caído en el suelo. Con ingenio y creatividad, enrolló la hoja formando una especie de embudo y colocó los granos de azúcar restantes en él.

Con mucho cuidado, Laura levantó el embudo improvisado y comenzó a caminar lentamente hacia el hormiguero. A medida que avanzaba, los granos de azúcar caían uno por uno en su lugar correcto dentro del hormiguero.

Las otras hormigas observaron maravilladas cómo Laura encontraba una solución inteligente para superar el obstáculo que había surgido en su camino. Admiraban su valentía y perseverancia frente a las adversidades. Al finalizar la tarea, todas las hormigas rodearon a Laura y la felicitaron por su increíble hazaña.

La admiraban profundamente por ser tan pequeña pero tener un corazón tan grande. Desde aquel día, Laura se convirtió en la heroína del pueblo. Todos los animales sabían que podían contar con ella si necesitaban ayuda o enfrentaban algún desafío difícil de resolver.

Laura demostró que no importa cuán pequeños seamos, siempre podemos hacer grandes cosas si tenemos coraje y determinación.

Y así, la historia de Laura, la niña tan pequeña como una moneda, se convirtió en un ejemplo de inspiración para todos los habitantes del pueblo. Aprendieron que no hay obstáculo demasiado grande cuando se tiene voluntad y valentía para superarlo.

Desde aquel día, el jardín estuvo lleno de risas y alegría gracias a la increíble historia de Laura, quien demostró que el tamaño no define lo que somos capaces de lograr.

FIN.

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