Laura y el Viaje al Limbo Mágico



Había una vez, en un pintoresco pueblito, una señora llamada Laura. Era conocida por todos como una mujer bondadosa y feliz, pero había un pequeño secreto que la hacía sentir un poco sola: a veces, Laura se perdía en sus propios pensamientos, como si estuviera en un limbo.

Un día, mientras paseaba por el mercado del pueblo, Laura escuchó una risa contagiosa. Siguiendo el sonido, encontró a un grupo de niños jugando. En ese momento, se dio cuenta de que había estado tan atrapada en su mundo de pensamientos que había perdido de vista las cosas simples y hermosas de la vida.

"¡Hola, chicos! ¿Puedo unirme a ustedes?" -preguntó Laura, con una sonrisa.

Los niños asintieron con entusiasmo.

"¡Claro, señora Laura! Vamos a jugar a las escondidas."

Laura se sintió feliz de ser parte de algo tan divertido. Pero al mismo tiempo, la idea de que había perdido tanto tiempo pensando en el limbo la hizo reflexionar. Al final del juego, una de las niñas, llamada Sofía, se acercó a Laura.

"¿Por qué a veces no juegas con nosotros?" -preguntó la niña de manera inocente.

Laura respiró hondo y le respondió:

"A veces me pierdo en mis pensamientos y no me doy cuenta de lo que sucede a mi alrededor. Es como estar en un limbo, donde todo está gris y no disfruto las cosas que realmente importan."

"Pero el limbo se puede cambiar, ¡Laura!" -dijo Sofía, emocionada. "Vení a jugar con nosotros siempre que tengas un momento triste y verás cómo el color vuelve a tu vida."

Laura pensó en lo que Sofía había dicho y decidió intentar hacer un cambio. Desde ese día, cada vez que se sentía un poco perdida, buscaba a los niños para reír y jugar con ellos. Comenzó a disfrutar de las pequeñas cosas, como la brisa fresca y el canto de los pájaros.

Un día, mientras caminaba por el parque, Laura vio un león de papel brillante en el suelo. Se agachó para recogerlo y vio que era una invitación a un concurso de manualidades.

"¡Sí! ¡Puedo hacer algo lindo!" -pensó mientras se imaginaba creando algo divertido.

Laura decidió participar y, aunque su arte era un poco diferente al de los niños, su única intención era transmitir alegría. Trabajó día y noche y, al final, presentó una colorida pintura que representaba a todos los niños del pueblo jugando juntos en el parque.

El día del concurso, Laura estaba nerviosa. Se acercó al escenario y al ver a todos los niños sonriendo y animándola, sintió como si el limbo que la había atrapado se desvaneciera.

"Gracias, chicos, por siempre darme vida con su felicidad" -dijo Laura, emocionada.

Luego de una intensa deliberación, los jueces anunciaron que Laura había ganado el primer premio. Todos aplaudieron y la celebraron con cariño.

Al final del día, mientras los niños la rodeaban, Sofía se acercó y le dijo:

"¿Ves, señora Laura? El limbo no es para siempre. La clave está en compartir y disfrutar cada momento con otros. A veces, solo necesitamos un empujón."

Laura sonrió, sintiendo una felicidad que nunca había conocido antes. Desde ese día, siempre llevó consigo un pequeño recuerdo, un león de papel, que le recordaba lo importante que era abrirse a la vida, a la alegría y a la compañía de los demás.

Así, Laura no solo dejó su limbo atrás, sino que también se convirtió en una fuente de inspiración para los demás, mostrando que, a veces, todo lo que necesitamos es un poco de amor, un poco de risa, y la disposición de dejar florecer nuestra creatividad.

FIN.

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