Laura y la bruja de los colores
Había una vez, en un pequeño pueblo, una niña llamada Laura. Desde muy pequeña, Laura había escuchado historias sobre brujas malvadas que hacían travesuras y causaban estragos en la vida de los demás. Una vez, una bruja había enfadado a su mamá, echándole un hechizo que la hizo olvidar su risa. Desde entonces, Laura había decidido que odiaba a las brujas con toda su fuerza.
Un día, mientras caminaba por el bosque, Laura se topó con una extraña luz que la llevó a una cueva oscura. Temerosamente, decidió entrar. Para su sorpresa, la cueva estaba llena de colores brillantes. Entre sombras y destellos, apareció una bruja que parecía más amigable que las de las historias.
- “Hola, pequeña. Soy Lila, la bruja de los colores”, dijo la bruja con una voz suave.
Laura se puso en guardia. - “¿Qué querés de mí? ¡No tengo tiempo para tus trucos! ”
- “No he venido a hacerte daño, Laura. Quiero mostrarte algo”, respondió Lila mientras agitaba su varita y un arcoíris surgió de sus manos.
Laura, a pesar de su enojo, sintió curiosidad. - “¿Qué es eso? ”
- “Es la magia de las emociones. Cada color representa una emoción. El rojo es para la valentía, el azul para la tristeza, el amarillo para la alegría. Quiero que aprendas a ver lo hermoso que puede ser el mundo, incluso cuando está lleno de sombras”.
Laura recordó los momentos difíciles que había pasado y cómo esos sentimientos, en lugar de hacerla fuerte, la habían encerrado en un caparazón de odio.
- “Pero las brujas han causado mucho daño... no puedo confiar en ti”, dijo con la voz temblorosa.
- “Entiendo tu dolor. Pero no todas las brujas son malas. He estado en la sombra porque el miedo de la gente me ha hecho invisible. Si me dejas, puedo ayudarte a encontrar la luz en tu vida”.
Laura dudó, pero la amabilidad en los ojos de Lila la conmovió. - “Está bien, ¿qué debo hacer? ”
Entonces Lila la llevó a un viaje lleno de colores. Juntas exploraron el poder de cada uno, pintando las sombras que Laura había llevado dentro. Cada vez que Laura escogía un color, comenzaba a recordar los momentos buenos de su vida, esos que había olvidado. Risas con sus amigos, juegos en el parque, las historias que su mamá le leía.
- “Ves, Laura, la magia está en cada uno de nosotros. No todo está perdido. Podemos aprender a transformar el dolor en algo positivo”, explicó Lila mientras juntas llenaban la cueva de colores brillantes.
Después de un tiempo, Laura se dio cuenta de que había algo más bello que el odio: el perdón y la comprensión.
- “¿Te parece si vamos al pueblo y llevamos estos colores a los demás? ” propuso Laura emocionada.
- “¡Claro que sí! La magia crece cuando la compartimos”, sonrió Lila.
Y así lo hicieron. Regresaron al pueblo y comenzaron a pintar un enorme mural en la plaza. Cada color representaba una historia de superación y amor, uniendo a los habitantes en lugar de separarlos. Con cada pincelada, la risa de la mamá de Laura volvió, y otros comenzaron a saber que las brujas también pueden traer luz.
Al finalizar el mural, Laura se dio cuenta de algo importante: no se puede dejar que el miedo acompañado por el odio controle nuestras vidas. La verdadera magia, a veces, se encuentra en abrir nuestro corazón a nuevas posibilidades.
Desde ese día, Laura ya no odió a las brujas. En cambio, decidió que la amistad y el perdón eran mucho más poderosos. Y así, con sus nuevos colores y una amiga mágica, Laura comenzó a disfrutar de la vida de una manera que nunca antes había imaginado.
FIN.