Laurie y el Erizo Mágico



Había una vez en un pequeño pueblo, una niña llamada Laurie. Laurie era una criatura única: le encantaba jugar con su erizo, al que llamó Espinardo, y tenía una afición desmedida por los pasteles. Sin embargo, había un pequeño detalle que la hacía un poco diferente de los demás niños: no le gustaba peinarse ni bañarse. Su madre intentaba convencerla, pero Laurie solo sonreía y decía:

"¡¿Para qué? ! Si estoy divina así, tengo cosas más divertidas para hacer".

Y se lanzaba al patio a jugar con Espinardo, quien rodaba y se enredaba en la hierba.

Un día, mientras estaban jugando al escondite, Laurie encontró un libro polvoriento en un rincón del jardín. Cuando lo abrió, una serie de dibujos mágicos empezaron a brillar.

"¡Espinardo, ven a ver esto!", exclamó.

"¿Qué es eso?", preguntó Espinardo, que aunque no hablaba, Laurie siempre se imaginaba que sí.

"Son dibujos de aventuras y... ¡de un concurso de belleza animal!"

Laurie se emocionó muchísimo:

"¡Debemos inscribir a Espinardo!"

Y así fue, Laurie decidió que inscribiría a su erizo al concurso, sin embargo, había un problema. Para que Espinardo pudiera participar, tenía que estar bien cuidado, arreglado y... ¡de manera mágica, limpio! Laurie no sabía nada de eso.

"No podemos dejar que Espinardo se presente así, ¡tiene que ser el más lindo del concurso!"

Entonces, con la ayuda de su madre, decidieron hacer un plan.

"Laurie, si ayudás a Espinardo a verse bien, yo te prometo que haré los pasteles que más te gustan para la celebración después del concurso. ¿Qué te parece?", sugirió su mamá.

Laurie se quedó pensando.

"¿Pasteles de fresa y de chocolate?"

"Sí, y de muchos más sabores. Pero primero, tenés que peinarte y bañar a Espinardo".

Laurie dudó por un momento, pero al imaginarse degustando pasteles con sus amigos después del concurso, se decidió.

"¡Está bien! Voy a bañar a Espinardo y a mí misma. Pero primero, ¡vamos a encontrarte unos lazos hermosos!"

Esa tarde, Laurie, con seleccionados y coloridos lazos de la tienda de manualidades, comenzó su misión. Primero le dio un baño a Espinardo, usando jabón de frutas que le había regalado su mamá.

"¡Te ves espectacular, Espinardo! ¡Vas a ganar!"

Después, fue su turno.

"No será tan complicado", murmuró mientras se peinaba. Con el tiempo, Laurie se dio cuenta de que jugar con el agua y el champú era divertido, y se hizo trenzas con los lazos.

"¡Mirá qué linda me quedó la trenza!", le dijo a Espinardo entre risas.

Finalmente llegó el día del concurso. Espinardo lucía brillante y lleno de energía. Laurie también se sintió feliz y cómoda con su nuevo look.

"¿Estamos listos, amigo?"

"¡Sí!", parecía decirle Espinardo, moviendo sus pequeñas patitas.

El concurso fue un sueño. Había muchos animales, cada uno con su propia chispa. Cuando llegó el momento de la evaluación, Laurie sintió un cosquilleo en el estómago.

"¡Qué nervios!"

Pero cuando el jurado anunció a los ganadores, Espinardo no quedó en primer lugar, pero sí obtuvo el premio a la "Mejor Presentación".

"¡Lo hicimos, Espinardo!", gritó Laurie llena de alegría.

Después de la ceremonia, Laurie no se olvidó de la promesa de su mamá.

"Ahora sí, ¡a disfrutar de los pasteles!"

Laurie aprendió que a veces se deben hacer cosas que no parecen divertidas para logran metas más grandes.

La pequeña se dio cuenta de que bañarse y peinarse no era tan aburrido, y hasta podía ser divertido, especialmente si estaba con su mejor amigo, Espinardo.

Y así, esa tarde, Laurie se sentó con amigos, riendo y disfrutando de pasteles, mientras soñaba sobre la próxima aventura que tendría.

Y Espinardo, feliz, se acomodó a su lado listo para la siguiente.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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