Lautaro y el gran desafío de los pañales
Era una mañana soleada en la casa de Lautaro. El pequeño, de cuatro años, se encontraba sentado en su sillón favorito, rodeado de sus juguetes. Su mamá, Anny, entró a la habitación con una sonrisa radiante y un par de pantalones de dibujos animados en la mano.
"¡Buenos días, Lautaro! Hoy es un día especial, ¿sabés?", dijo Anny.
"¿Por qué?" –preguntó Lautaro, mirando curioso.
"Porque vamos a comenzar a decirle adiós a los pañales. ¡Es hora de usar calzoncitos!" –respondió su mamá emocionada.
Lautaro frunció el ceño, mirando los pantalones de un modo desconfiado.
"No quiero, mamá. ¡Me gustan mis pañales!" –exclamó, abrazando un muñeco de peluche con fuerza.
Anny suspiró, pero no se dio por vencida.
"Entiendo que te gusten, pero los calzoncitos son mucho más divertidos. ¡Tienen superhéroes y dinosaurios!" –explicó mientras le mostraba los dibujos coloridos.
Lautaro no estaba convencido, así que ella decidió hacer un trato.
"¿Qué te parece si jugamos a un juego? Cada vez que uses el baño en vez de tu pañal, podemos sumar puntos. Cuando llegues a diez, haremos una fiesta de superhéroes, con globos y un pastel delicioso. ¿Qué decís?" –propuso.
Lautaro pensó por un momento. La idea de una fiesta sonaba emocionante, pero...
"¿Puedo vestirme de superhéroe?" –preguntó al fin, con una chispa de interés en sus ojos.
"¡Por supuesto!" –confirmó Anny entusiasmada.
Y así, el pequeño Lautaro decidió aceptar el desafío. Esa misma tarde, Anny le mostró cómo usar el baño. Al principio, Lautaro se sintió un poco raro, pero luego comenzó a disfrutarlo. Se daba cuenta de que, sin los pañales, podía correr y saltar mucho más libre.
"¡Mamá, mirá! ¡Puedo saltar como un canguro!" –gritó, tratando de demostrarle su nueva habilidad.
Sin embargo, al siguiente día, Lautaro se encontró de nuevo con su viejo amigo, el pañal.
"Hoy tengo miedo de usar el baño. ¿Y si tengo un accidente?" –se quejó, con un puchero.
Anny se agachó a su altura y lo miró a los ojos.
"Es normal tener miedo, Lautaro. Todos pasamos por eso. Pero cada vez que vas al baño, estás un pasito más cerca de convertirte en un verdadero superhéroe. Los superhéroes no se rinden, ¿verdad?" –preguntó, con voz suave.
Lautaro asintió, recordando las historias de sus superhéroes favoritos que siempre enfrentaban desafíos.
"¡Está bien! Intentaré de nuevo" –declaró, con un pequeño rugido de superhéroe en su voz.
El día pasó y Lautaro, decidido, fue al baño nuevamente. Para su sorpresa, logró hacer pipí como un niño grande. ¡Era un verdadero logro! Eufórico, corrió a contárselo a su mamá.
"¡Mamá, cumplí con mi misión!" –exclamó, con una gran sonrisa.
"¡Eso es increíble, Lautaro! ¡Ya tenés un punto!" –respondió Anny, celebrando con él.
Los días pasaron y Lautaro fue ganando más puntos. Sin embargo, cada tanto, tenía un pequeño tropiezo y volvía a usar pañales.
"No importa, Lautaro, ¡seguirás intentándolo! Cada paso cuenta, y estoy muy orgullosa de vos" –lo animaba su mamá, sin rendirse.
Finalmente, llegó el día de la Gran Fiesta de Superhéroes. Lautaro había recolectado todos sus puntos y estaba muy emocionado. Anny decoró la casa con globos de colores y un pastel gigante con forma de superhéroe.
"¡Bienvenidos a la fiesta del superhéroe más valiente!" –anunció Anny, haciendo sonar una trompeta de juguete.
Lautaro se sintió el niño más feliz del mundo. En el fondo de su corazón, sabía que había dejado atrás a los pañales y había comenzado una nueva aventura.
Bailaron, comieron pastel y jugaron a ser superhéroes toda la tarde. Cuando todo terminó, Anny le dio un abrazo fuerte.
"Eres un verdadero superhéroe, Lautaro. Recuerda que siempre estaré aquí para ayudarte en tus desafíos" –le susurró al oído.
Lautaro sonrió, con un brillo en sus ojos. Esa aventura lo había llevado a un nuevo nivel, y aunque los pañales habían quedado atrás, la mamá siempre estaría para guiarlo hacia nuevos retos en el futuro.
FIN.