Leandro y la Maravilla de Ser Único



Había una vez en un pequeño pueblo una mamá llamada Karina. Era una mujer llena de sueños y esperanzas, y cuando nació su hijo Leandro, su corazón se llenó de amor. Sin embargo, los días se fueron convirtiendo en semanas, y algo en su pequeño Leandro le costaba comprender. A Karina le preocupaba que su hijo no alcanzara los mismos hitos que otros niños de su edad. No quería reconocer que Leandro tenía una discapacidad.

Un día, mientras paseaban en el parque, Karina notó cómo los niños jugaban a la pelota.

"Mirá todos esos chicos jugando, Leandro. ¡Qué divertidos que son!" - dijo Karina, intentando animar a su hijo.

Leandro sonrió, pero no participó. Solo miraba desde su carrito. Karina sintió un nudo en la garganta, pero se dijo a sí misma: "Esto es solo una fase, Leandro va a ponerse al día."

Con el tiempo, la situación no cambiaba. Karina comenzó a hablar con otros padres y a observar cómo sus amigos se desenvolvían con mucha más facilidad.

"¿No crees que deberías hablar con un especialista?" - le preguntó su amiga Valeria.

- “No, Valeria. Solo necesita tiempo. ¡Es un niño normal! ” - respondió Karina con firmeza, sin querer escuchar el consejo.

Una mañana, una profesora del jardín de infantes se acercó.

- “Karina, tenemos que hablar sobre Leandro. Hay algunas cosas que me preocupan.” - dijo la profesora suavemente.

Karina sintió que su mundo se desmoronaba.

- “No, él es un niño feliz y creativo, solo tiene su propio ritmo.” - contestó Karina, alejándose de la conversación.

Pero esa noche, mientras acomodaba los juguetes de Leandro, vio una pintura que él había hecho. Era un dibujo lleno de colores y alegría, pero también presentaba formas distintas que no lograba entender del todo. En ese momento, se dio cuenta de que Leandro era único, y que su corazón tenía un mensaje que aún no había descubierto.

Decidió entonces que era momento de salir a explorar. Se acercó al parque donde había visto a otros niños jugar. Esta vez, lo hizo sola.

Allí conoció a un grupo de niños con diversas habilidades, todos riendo y jugando juntos. Un niño pequeño con un dispositivo de movilidad se acercó a Karina y le dijo:

- “¡Hola! ¿Querés jugar al fútbol? ¡Leandro podría ser el arquero! ”

Karina se quedó pensativa. Por un momento, sus dudas y temores se desvanecieron. Decidió presentar a Leandro de una manera diferente.

- “¿Les gustaría conocer a mi hijo? Tiene una manera especial de hacer las cosas.” - dijo con nueva confianza.

Los niños recibieron a Leandro con sonrisas. Con el corazón más ligero, Karina observó cómo su hijo interactuaba en su propio mundo. Algunos chicos corrieron y otros lo tomaron de la mano, enseñándole cómo patear la pelota.

- “¡Vamos, Leandro! ¡Es tu turno! ” - gritaron, apoyándolo.

Leandro se sintió amado, y su risa resonó en el aire. En ese momento, Karina se sintió orgullosa.

- “Quizás ser diferente no signifique ser menos.” - pensó mientras miraba a su hijo.

Con el tiempo, Karina se comprometió a aprender más sobre la discapacidad de Leandro y la mejor manera de apoyarlo. Se unió a un grupo de madres, intercambiaron experiencias y visiones, y así fue entendiendo que cada niño tiene su propia magia.

Pasaron los años y Leandro comenzó a steadybrillar a su manera.

Un día, mientras todos veían la obra de teatro del colegio, Karina observó con lágrimas de felicidad. Leandro fue el que más aplaudió.

- “¡Mirá cómo juega Leandro! ” - dijo una mamá a su lado.

Karina sonrió, reconociendo que ser diferente era simplemente otra forma de ser especial.

Y así, Leandro creció siendo un niño feliz, rodeado de amigos. Karina había aprendido que ser único es lo que nos hace brillar, y que el amor de una madre siempre encuentra un camino para ser lo mejor en la vida de sus hijos.

FIN.

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