Lecciones de responsabilidad



Martina era una niña alegre y curiosa que vivía en una hermosa casa de campo junto a sus papás.

Desde pequeña había sentido fascinación por los caballos, así que cuando cumplió 8 años, sus padres le regalaron un hermoso potrillo blanco llamado Copito. Desde ese día, Martina pasaba todas las tardes jugando con Copito en el jardín de su casa.

Montaba sobre él como si fueran uno solo, recorriendo cada rincón del lugar mientras sus padres la observaban con cariño desde la ventana. Un día soleado, mientras Martina y Copito galopaban felices por el campo, se encontraron con un arroyo cristalino que atravesaba el camino. Martina quiso saltarlo, pero Copito se detuvo bruscamente y relinchó nervioso.

"Tranquilo, Copito", dijo Martina acariciándolo suavemente. "Confío en ti". Con valentía, el potrillo dio un salto majestuoso y cruzaron juntos al otro lado del arroyo. Ambos se miraron con complicidad y continuaron su travesía por el campo.

Al llegar a un amplio prado verde, Martina vio a lo lejos una cerca baja que rodeaba un terreno lleno de flores silvestres. Sin pensarlo dos veces, decidió seguir adelante y pasar al otro lado de la cerca junto a Copito.

Sin embargo, al intentar saltarla, algo inesperado ocurrió: la cerca se desmoronó haciendo caer a Martina y Copito al suelo. Por fortuna no sufrieron ningún daño grave, pero quedaron atrapados entre los escombros de madera.

"¡Papá! ¡Mamá!", gritó Martina angustiada mientras intentaba liberarse junto a Copito. Sus padres llegaron corriendo al lugar y rápidamente ayudaron a sacarlos de entre los restos de la cerca. Aunque estaban asustados por lo sucedido, todos estaban bien.

"¿Están bien?", preguntó preocupado el papá de Martina. "Sí, gracias papá", respondió ella abrazando a su fiel amigo equino. "Creo que nos emocionamos demasiado".

Después de ese incidente, Martina aprendió una importante lección: siempre debía ser prudente y cuidadosa en sus aventuras con Copito para evitar situaciones peligrosas. Además valoró más que nunca la importancia de contar con el apoyo incondicional de su familia en todo momento.

A partir de ese día, cada vez que salían juntos a pasear por el campo recordaban aquella experiencia como una anécdota divertida que les enseñó a ser más responsables y precavidos en cada nueva travesura.

Y así fue como Martina siguió creciendo feliz junto a sus papás y su amado caballo Copito, disfrutando cada día nuevas aventuras llenas de amor y aprendizaje en aquel hermoso rincón del mundo donde habían encontrado la verdadera felicidad juntos.

FIN.

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