Lecciones en el país de las maravillas


Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina una niña llamada Alicia, a quien le encantaba explorar y descubrir cosas nuevas.

Un día, mientras jugaba en el jardín de su casa, vio un conejo blanco con un reloj de bolsillo corriendo por el campo. Curiosa como era, decidió seguirlo y se adentró en un bosque mágico que la llevó directamente al país de las maravillas.

Al llegar allí, Alicia se encontró con criaturas extrañas y coloridas que hablaban y actuaban de manera muy peculiar. Estaba sorprendida pero emocionada por esta nueva aventura. Pronto se dio cuenta de que nada era lo que parecía en ese lugar fantástico.

Caminando por el país de las maravillas, Alicia conoció a un gato sonriente que flotaba en el aire. "-Hola, ¿quién eres tú?", preguntó curiosa la niña. "-Soy el Gato Cheshire y estoy aquí para guiarte en tu viaje", respondió misteriosamente el felino.

Alicia continuó su recorrido y se topó con una fiesta del té organizada por el Sombrerero Loco y la Liebre Marzal. Se sentó a disfrutar de la merienda junto a ellos mientras charlaban sin parar sobre cosas sin sentido.

"-¿Por qué no hay lógica en este lugar?", preguntó Alicia confundida. "-Porque aquí todo es posible si crees en ello", contestó el Sombrerero Loco levantando su taza.

Más adelante, Alicia se encontró con la Reina de Corazones jugando al croquet con flamencos rosados como palos y erizos como pelotas. La Reina estaba tan obsesionada con ganar que siempre gritaba "¡Que le corten la cabeza!" a sus sirvientes cada vez que perdía.

Alicia sabía que algo no estaba bien en aquel juego tan violento, así que decidió intervenir para detener esa locura injusta. Con valentía y astucia, logró convencer a la Reina de jugar justamente y demostrarle que todos merecían ser tratados con respeto.

La Reina finalmente entendió el mensaje de Alicia y cambió su actitud autoritaria por una más comprensiva y amable hacia los demás habitantes del país de las maravillas.

Al finalizar su aventura, Alicia comprendió que cada persona es única e especial a su manera, aunque puedan parecer diferentes o actuar extraño a primera vista. Aprendió a valorar la diversidad, aceptar a los demás tal como son y nunca juzgar sin conocer realmente a alguien.

Con esta lección aprendida, Alicia regresó a casa llena de sabiduría y experiencias inolvidables gracias a su increíble viaje al país de las maravillas.

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