Lecciones en la selva


Había una vez un niño llamado Jhair que vivía en la hermosa provincia de Chachapoyas, en Perú. Un fin de semana, Jhair y su familia decidieron ir a conocer la impresionante catarata de Bayoz.

Todos estaban emocionados por este paseo y se prepararon con comida, agua y mucha alegría. El viaje fue maravilloso; pudieron apreciar la belleza de la naturaleza mientras caminaban por el sendero hacia la catarata.

El sonido del agua cayendo desde lo alto era hipnotizante y todos disfrutaron bañándose en las refrescantes aguas. Pero cuando llegó el momento de regresar a casa, algo inesperado sucedió.

El carro en el que viajaban se malogró en medio de la selva y no tenían señal en sus celulares para pedir ayuda. La noche comenzaba a caer y sabían que debían buscar una solución rápidamente. De repente, apareció un grupo de pobladores que vivían cerca de allí.

Eran personas amables y solidarias que ofrecieron ayudar a Jhair y su familia. Les dieron hospedaje en sus hogares mientras esperaban a que alguien pudiera arreglar el carro. La primera noche, Jhair durmió en una humilde pero acogedora casita junto a su primo Tomás.

Los dos niños se hicieron amigos rápidamente e intercambiaron historias divertidas antes de quedarse dormidos. Al día siguiente, los pobladores organizaron un plan para arreglar el carro averiado.

Mientras tanto, Jhair aprovechó para aprender más sobre ese lugar mágico y sus habitantes. Descubrió que ellos vivían en armonía con la naturaleza, cuidando de los animales y las plantas que los rodeaban. La espera se hizo más amena gracias a la hospitalidad de los pobladores.

Jhair y su familia compartieron comidas deliciosas, aprendieron canciones típicas y hasta participaron en una pequeña fiesta tradicional. Todos se divirtieron tanto que el tiempo pasó volando.

Finalmente, después de unos días, el carro fue reparado y Jhair y su familia pudieron regresar a casa. Antes de partir, agradecieron enormemente a los pobladores por su ayuda desinteresada y prometieron volver algún día para retribuirles todo lo recibido. De vuelta en Chachapoyas, Jhair reflexionó sobre esa experiencia inolvidable.

Aprendió la importancia de ser solidario con los demás y cómo un acto de bondad puede hacer una gran diferencia en la vida de alguien.

También comprendió que no siempre es necesario tener muchas cosas materiales para ser feliz; lo más importante es valorar las relaciones humanas y disfrutar cada momento. Desde ese día, Jhair nunca olvidaría aquel paseo a la catarata de Bayoz ni a esos maravillosos pobladores que les brindaron su ayuda desinteresada.

Siempre llevaría consigo el recuerdo de esa aventura llena de lecciones valiosas que formaron parte fundamental de su crecimiento como persona. Y así termina nuestra historia, recordándonos que siempre hay personas dispuestas a ayudar en momentos difíciles y que las mejores experiencias pueden surgir cuando menos lo esperamos.

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