Lechuga y el Misterioso Billete del Camello
Había una vez en un tranquilo pueblito, un carpintero llamado Lechuga. Lechuga no era un carpintero cualquiera; tenía un taller lleno de todo tipo de maderas, herramientas y, sobre todo, muchas ideas creativas. Pero había algo más que lo hacía especial: su gran amistad con un camello llamado Camilio.
Un día soleado, mientras Lechuga estaba trabajando en una hermosa silla, Camilio entró al taller con una sonrisa en su cara de camello.
"¡Hola, Lechuga! ¡Hoy es un gran día!" - dijo Camilio.
"¡Hola, Camilio! ¿Qué lo trae por aquí?" - respondió Lechuga, mientras lijaba la madera.
Camilio se acercó a un rincón del taller y, de su propia carga, sacó un billete brillante y colorido.
"¡Mirá lo que encontré en el camino!" - exclamó Camilio, mostrando el billete.
"¡Guau! No lo puedo creer. ¡Es un billete muy raro! ¿De dónde lo sacaste?" - preguntó Lechuga, intriguido.
Camilio explicó que lo había hallado cerca de un pozo en el desierto:
"Me encontré con unos viajeros. Ellos me dijeron que ese billete tiene poderes mágicos, y puede hacer realidad cualquier deseo. Pero hay que tener cuidado, porque debe usarse para hacer algo bueno."
Lechuga pensó por un momento:
"¡Qué increíble! Pero, ¿qué deseo podríamos pedir?".
Camilio, con sus grandes ojos brillando, sugirió:
"Podríamos desear que más niños en el pueblo tengan juguetes nuevos. Muchos no tienen con qué jugar."
Lechuga asintió, convencido de que era una gran idea. Así, ambos decidieron usar el billete para hacer ese deseo realidad. Pero antes, Lechuga quería comprobar si realmente el pedido se cumplía. Entonces se dirigieron al mercado del pueblo, donde sabían que había muchos chicos que necesitaban juguetes.
Al llegar, vieron a un grupo de niños jugando con cosas viejas y desgastadas. Uno de ellos, llamado Toma, tenía un triste rostro porque no podía jugar con sus amigos.
- “¡Vamos, Camilio! ¡Hagamos el deseo! ” - dijo Lechuga con entusiasmo.
Se concentraron y pronunciaron juntos:
- “¡Queremos que todos los chicos tengan nuevos juguetes!".
En ese momento, el billete comenzó a brillar intensamente, llenando el aire de una magia maravillosa. De repente, un montón de cajas llenas de juguetes aparecieron delante de los niños.
"¡Miren!" - gritó Toma, mientras se acercaba a la caja.
"¡Es mágico!" - exclamaron los demás.
Los niños comenzaron a reír y a jugar con los nuevos juguetes. Sin embargo, al ver su felicidad, Camilio se sintió incómodo.
"Lechuga, no sé si esto fue buena idea. ¿Y si tuvimos que pedir muchas cosas y sólo elegimos una?".
Lechuga se detuvo a pensar. Fue un momento crucial.
"Tienes razón, Camilio. Tal vez debimos pensar en un deseo que ayudara a todos en general. Después de todo, ¿cuántos más deseos podríamos hacer?".
Así, decidieron usar el billete nuevamente, esta vez con más cuidado y mucha reflexión. Pensaron en cosas como el agua fresca para todos, más libros para las escuelas o la mejora de caminos para los caminantes.
De repente, Lechuga tuvo una idea brillante:
"¡Podríamos desear que todos los habitantes del pueblo fueran felices!"
Camilio sonrió, entusiasmado.
"¡Eso es! ¡La felicidad es lo más importante!".
Ambos pronunciaron el deseo juntos una vez más, sintiendo la alegría en sus corazones. Y, como si el universo los escuchara, el billete brilló aún más y una onda positiva llenó el aire. De pronto, la gente del pueblo empezó a compartir sonrisas, ayudar a los demás y a disfrutar de la compañía de cada uno.
Lechuga, satisfecho, observó cómo el pueblito se transformó en un lugar más unido y generoso.
"Camilio, creo que aprendimos una gran lección. A veces, lo que deseamos puede afectar a todos, y siempre debemos ser responsables con nuestras acciones."
"¡Así es, amigo! Ahora, sigamos construyendo cosas bonitas para la gente de aquí."
Desde aquel día, Lechuga y Camilio trabajaron juntos, acompañados por la alegría del pueblo, sabiendo que la verdadera felicidad venía de compartir y cuidar a los demás. Y así, cada vez que se enfrentaban a un dilema, recordaban el poder del billete mágico y la importancia de hacer deseos que hicieran bien al corazón de todos.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.