Leila y los amigos del bosque


Leila era una niña curiosa y aventurera que vivía cerca de un hermoso bosque. Desde muy pequeña, le encantaba explorar la naturaleza y descubrir todos sus secretos.

Pero lo que más disfrutaba Leila era pasar tiempo con sus amigas las ardillas. Cada tarde, después de terminar sus tareas escolares, Leila se ponía su sombrero de exploradora y se adentraba en el bosque junto a las ardillas.

Juntas recorrían senderos llenos de árboles altos y frondosos, saltaban sobre troncos caídos y se escondían entre los arbustos. Un día, mientras caminaban por el bosque, escucharon unos ruiditos extraños provenientes de un árbol cercano. Se acercaron sigilosamente para investigar qué estaba pasando.

Para su sorpresa, encontraron a un pajarito atrapado entre las ramas. - ¡Oh no! -exclamó Leila preocupada-. Tenemos que ayudarlo. Las ardillas asintieron con la cabeza y juntas idearon un plan para rescatar al pajarito.

Una ardilla trepó hasta donde estaba atrapado mientras las otras dos formaban una cadena humana para alcanzarlo desde abajo. Con mucho cuidado, la ardilla logró desenredar al pajarito y lo dejó volar libremente hacia el cielo azul.

El pequeño pájaro les agradeció con un dulce gorjeo antes de desaparecer entre los árboles. Leila sonrió satisfecha por haber ayudado al pajarito y continuaron su camino por el bosque. Pero algo llamó su atención en un claro del bosque: una pequeña planta que luchaba por crecer entre el césped.

- Miren, amigas ardillas -dijo Leila con entusiasmo-. Esta plantita necesita nuestra ayuda. Vamos a cuidarla para que pueda crecer fuerte y sana. Las ardillas asintieron nuevamente y juntas buscaron agua para regar la planta todos los días.

Leila también le cantaba canciones bonitas y le hablaba con cariño, animándola a crecer cada vez más alto. Día tras día, la plantita fue creciendo hasta convertirse en un hermoso árbol con flores de colores brillantes.

Leila estaba muy orgullosa de su trabajo y las ardillas saltaban felices alrededor del árbol. Un día, mientras jugaban cerca del árbol, escucharon unos ruidos extraños provenientes de un arbusto cercano.

Se acercaron sigilosamente para investigar qué era y se encontraron con una familia de conejitos perdidos. - ¡Pobrecitos! -exclamó Leila preocupada-. Tenemos que ayudarlos a encontrar su hogar. Las ardillas asintieron una vez más y juntas guiaron a los conejitos hasta su madriguera.

Los padres conejos les dieron las gracias con movimientos rápidos de sus narices antes de desaparecer bajo tierra junto a sus hijos. Leila se dio cuenta entonces de lo importante que era ayudar a los demás y proteger la naturaleza.

Desde ese día, dedicó parte de su tiempo libre para limpiar el bosque de basura e invitar a otros niños a unirse en esta tarea. Con el paso del tiempo, el bosque se convirtió en un lugar más limpio y seguro.

Leila y las ardillas continuaron explorando juntas, ayudando a los animales y cuidando de la naturaleza. Y así, Leila aprendió que con amor, amistad y compromiso, cualquier niño puede hacer una gran diferencia en el mundo.

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