Leo, el erizo especial
Había una vez un pequeño erizo llamado Leo que vivía en un bosque encantado. A Leo le encantaba ir a la escuela, pero había un pequeño problema: no tenía amigos. Los otros animales de la clase lo miraban de reojo por sus púas. No era que fueran malos, simplemente no sabían cómo acercarse a él.
Un día, mientras Leo se acomodaba en su pupitre, se dio cuenta de que sus púas lo hacían ver diferente. Aunque no quería sentirse triste, cada vez que quería jugar, los otros animales se alejaban de él.
"¿Por qué no me dan una oportunidad?" - pensó Leo, mirando a sus compañeros.
Después de la clase, Leo decidió salir a dar un paseo. En el camino, se encontró con una tortuga llamada Tita.
"Hola, Leo. ¿Qué haces solo?" - le preguntó ella.
"No tengo amigos en la escuela. Mis púas asustan a los demás" - respondió Leo con un suspiro.
Tita sonrió y le dijo:
"Tengo una idea. Podríamos hacer una gran carrera y así demostrarles que no hay que juzgar por las apariencias".
Leo se animó y juntos empezaron a organizar la carrera. Invitaron a todos los animales del bosque. El día de la carrera, todos se reunieron, y Leo comenzó a sentir nervios.
"¿Y si se ríen de mí?" - dijo Leo a Tita.
"Confía en ti mismo. ¡Vamos a mostrarles!" - respondió ella.
Cuando la carrera comenzó, Leo sorprendió a todos con su velocidad. A pesar de sus púas, logró adelantarse a Tita y a los demás. Todos estaban asombrados.
"¡Guau! Leo es muy rápido!" - exclamó un conejo del grupo.
Al finalizar la carrera, Leo cruzó la meta emocionado. Los otros animales se acercaron.
"Nunca pensé que podrías correr así, Leo. ¡Sos increíble!" - dijo un ratón.
"¿Te gustaría jugar con nosotros algunos días?" - preguntó una ardilla entusiasmada.
Leo no podía creer lo que escuchaba.
"¿De verdad quieren ser mis amigos?" - preguntó con sorpresa.
"Claro, todos somos diferentes, y esa es nuestra fuerza. ¡Vamos a jugar juntos!" - respondió la tortuga Tita.
Desde aquel día, Leo no solo ganó amigos, sino que se dio cuenta de que sus púas eran parte de lo que lo hacía único. Con un gran corazón y sus nuevas amistades, Leo ya no se sentía diferente, sino especial.
"Gracias, Tita. Nunca lo hubiera logrado sin vos" - dijo Leo un día, mientras todos jugaban a la sombra de un gran árbol.
"Eso es lo que hacen los amigos. Se apoyan y se inspiran mutuamente" - le respondió Tita, con una sonrisa.
Y así, Leo el erizo aprendió que la verdadera amistad no juzga por las apariencias, y que todos tienen algo único que ofrecer. ¿Qué te parece? ¡Hagamos un pic nic juntos!" - finalizó Leo, mientras todos reían y disfrutaban de su nueva aventura.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.