Leo, el Tigre de las Alturas


Había una vez en la selva un tigre llamado Leo. Leo era diferente a los demás tigres de su manada, ya que tenía un pelaje blanco como la nieve y ojos azules como el cielo.

Aunque era hermoso, sus compañeros de manada no lo aceptaban por ser distinto. Leo siempre se sentía triste y solo porque no podía jugar ni cazar con los demás tigres. Ellos se burlaban de él y lo excluían de todas las actividades.

Pero Leo no se rendía, sabía que aunque fuera diferente, también tenía habilidades especiales. Un día, mientras caminaba por la selva, Leo encontró a una familia de monos jugando en los árboles.

Los monos eran muy divertidos y amables con él. Leo les contó sobre su problema con la manada y cómo quería demostrarles que era igual que ellos.

Los monos escucharon atentamente a Leo y le dieron un consejo: "Leo, si quieres demostrar tu valía a los demás tigres, debes encontrar algo único que puedas hacer mejor que nadie más". Inspirado por las palabras de los monos, Leo decidió practicar sus habilidades para convertirse en el mejor trepador de árboles de toda la selva.

Pasaba horas escalando ramas altas y saltando entre árboles. Después de mucho esfuerzo y práctica, llegó el día en que Leo estaba listo para mostrarle al resto de la manada lo que había logrado.

Se acercó sigilosamente al lugar donde estaban todos reunidos y comenzó a trepar un árbol alto frente a ellos. Los demás tigres se sorprendieron al ver a Leo trepar tan ágilmente y con tanta destreza. Estaban impresionados por su habilidad única.

Al ver esto, uno de los tigres líderes de la manada se acercó a Leo y le dijo: "Leo, te hemos subestimado. Eres un tigre increíblemente talentoso".

A partir de ese día, los demás tigres empezaron a aceptar a Leo como uno más de la manada. Ya no se burlaban ni lo excluían más. Todos aprendieron que ser diferente no significa ser menos valioso.

Leo les enseñó que cada uno tiene sus propias habilidades especiales y que todos merecen ser tratados con respeto y amabilidad, sin importar cómo sean por fuera. Desde entonces, Leo se convirtió en un miembro muy querido de la manada y pasaba sus días jugando y cazando junto a sus nuevos amigos tigres.

Y siempre recordaba que su pelaje blanco como la nieve y ojos azules como el cielo eran únicos y hermosos, al igual que él mismo. Fin

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