Leo y el Gran Sueño de Volar



En un pequeño pueblo llamado Colibrí, vivía un joven león llamado Leo. A diferencia de otros leones que pasaban su tiempo cazando y descansando, a Leo siempre le había fascinado el cielo y los pájaros. Cada tarde, se sentaba en una colina y observaba cómo las aves surcaban el aire, imaginando que él también podía hacerlo.

-Un día, mientras observaba, se le acercó su amigo, el loro Pablo.

-Pablo le dijo: "¿Por qué no te unes a nosotros y dejas de soñar con volar?"

-Leo suspiró y respondió: "Porque yo quiero volar como ustedes. ¡Quiero sentir el viento en mi melena!"

-Pablo sonrió: “Eso suena divertido, pero los leones no pueden volar, Leo."

A pesar de la respuesta realista de Pablo, Leo no podía dejar de soñar. Decidió que haría lo posible para encontrar una forma de volar. Así que un día, se acercó a su amigo el búho Mateo, conocido por su sabiduría.

-Leo le preguntó: "Mateo, ¿cómo puedo volar como los pájaros?"

-El búho, con una sonrisa comprensiva, respondió: "Volando no podrás, pero puedes aprender a planear y dejar que el viento te lleve, como lo hacen los pájaros."

-Luego le sugirió que construyera un par de alas.

Entusiasmado, Leo comenzó a buscar materiales. Reunió ramas, hojas grandes y algunas plumas que había encontrado en su camino. Después de días de trabajo duro, finalmente creó un par de alas grandes y coloridas.

-Un día de sol radiante, se subió a la cima de la colina con sus alas. Estaba nervioso pero decidido.

"¡Voy a volar!"

Gritó, mientras se arrojaba hacia adelante. El viento lo levantó un poco, pero rápidamente se dio cuenta de que no podía sostenerse en el aire y cayó en un suave arbusto cercano.

A pesar de la caída, Leo no se desanimó. Días y días siguieron, y con cada intento fallido, su determinación crecía.

-No obstante, sus amigos comenzaron a preocuparse.

-Pablo dijo: "Tal vez deberías dejar de intentar, amigo. Es solo una ilusión."

-Leo, con una sonrisa, respondió: "¡No lo creo! Solo necesito encontrar la manera correcta."

"Pero ¿cómo?" preguntó el pobre Pablo, confundido.

Un día, mientras intentaba de nuevo, un sabio viejo cóndor llamado Hugo se acercó.

-Le dijo: "Leo, veo que has estado intentando volar. Pero a veces es bueno aprender de quienes ya lo hacen."

-Con humildad, Leo escuchó las sugerencias de Hugo sobre la aerodinámica y el uso de corrientes de aire. Leo sintió que su sueño de volar estaba más cerca de lo que pensaba.

Decidido a aplicar lo que aprendió, Leo al día siguiente hizo unos ajustes a sus alas y se trasladó a un acantilado alto donde las corrientes de aire eran fuertes.

-Con el corazón latiendo de emoción, se lanzó desde la cima y esta vez, sintió que las corrientes lo sostenían, como si la naturaleza le gritara que siguiera adelante.

-¡Estaba planeando!"¡Lo logré!"

Gritó, mientras volaba entre los árboles.

El pueblo entero salió a mirar, y los demás animales, incluido Pablo, no podían creer sus ojos.

-Pablo, asombrado, le gritó: "¡Increíble, Leo! ¡Nunca pensé que de verdad podrías hacerlo!"

Leo aterrizó con gracia y la multitud aplaudió, estaban todos muy felices por él.

"Gracias a todos por apoyarme y sobre todo a vos, Hugo. Aprendí que a veces, lo que parece imposible puede hacerse realidad con esfuerzo y ayuda" dijo Leo.

Desde ese día, no solo aprendió a planear, sino que se convirtió en una inspiración para todos sus amigos que aprendieron que perseguir los sueños es importante, y que a veces se necesita ayuda y cooperación para lograrlos.

A partir de ese momento, Leo voló con sus amigos pájaros, explorando el mundo desde las alturas y compartiendo su alegría con todos en Colibrí.

Y así, Leo aprendió que aunque quizás no pudiera volar como un pájaro, cada esfuerzo vale la pena cuando se lucha por lo que se quiere.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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