Leo y el Gran Taller de Amistades



Había una vez un niño llamado Leo que vivía en un tranquilo barrio de Buenos Aires. A Leo le encantaba observar a sus compañeros jugar en el parque, pero a pesar de su curiosidad, nunca se animaba a unirse. Le costaba mucho encontrar las palabras adecuadas y temía que no lo aceptaran.

Un día, la maestra de Leo, la señora Vega, anunció una actividad muy especial para la clase.

"Vamos a tener un Gran Taller de Amistades en el parque este fin de semana. Haremos juegos, pinturas y muchas actividades divertidas!" - exclamó con entusiasmo.

Leo sintió un cosquilleo en su estómago; tenía miedo y emoción al mismo tiempo. ¿Sería esa su oportunidad?

El sábado llegó, y el parque estaba lleno de risas y colores. Leo se acercó tímidamente, mirando a sus compañeros jugar al fútbol.

"Hola Leo, vení a jugar con nosotros!" - gritó Sofía, una compañera de su clase.

"No sé jugar muy bien..." - respondió Leo, bajando la mirada.

"No te preocupes, siempre hay lugar para aprender!" - insistió Rocco, un amigo de Sofía.

Mientras miraba el partido, una idea brillante apareció en la mente de Leo. ¡Podía ayudar!"¿Puedo ser el árbitro?" - preguntó con seguridad.

"¡Sí! ¡Buena idea!" - respondieron todos a coro. Leo se sintió aliviado y emocionado al mismo tiempo. Asumir el rol de árbitro lo ayudó a sentirse parte del juego sin tener que jugar al fútbol.

Consiguió hacer algunos chistes y así comenzó a relacionarse con sus compañeros. Pero un giro inesperado sucedió. Durante un momento, mientras Leo hablaba con ellos, el balón se fue directo hacia él.

"¡Cuidado!" - gritaron sus amigos mientras el balón lo golpeaba en la pierna.

"Ay, no creo que pueda patear bien..." - dijo Leo, algo avergonzado.

"No te preocupes, ¡todos tenemos que empezar en algún lado!" - dijo Sofía, sonriendo.

Con un poco de empuje de sus amigos, Leo se armó de valor y decidió intentar patear el balón. Se posicionó, tomó aire y... ¡KICK! El balón hizo un hermoso arco y se metió en la portería. Todos comenzaron a aplaudir y a gritar.

"¡Bravo, Leo! ¡Sos un crack!" - celebró Rocco.

Leo sonrió de oreja a oreja y por primera vez, sintió que verdaderamente pertenecía. Esa experiencia fue el inicio de una amista que nunca antes había imaginado.

A medida que el día avanzaba, Leo se unió a más juegos, se rió, se pintó la cara, y se dio cuenta de que no estaba solo en su deseo de hacer nuevos amigos. La tarde pasó volando y finalmente todos se sentaron en círculo, cansados pero felices.

"Gracias por este día, fue increíble!" - dijo Leo, mirando a todos.

"Estamos felices de que estés con nosotros, Leo!" - respondió Sofía.

Desde ese día, Leo se volvió más abierto y se dio cuenta de que relacionarse con los demás no era tan difícil. Con cada pequeño paso y cada sonrisa, acompañada de su entusiasmo, las barreras se fueron rompiendo y la amistad floreció.

Y así, con su nueva capacidad de hacer amigos, Leo nunca volvió a sentirse solo. Aprendió que a veces, solo hay que dar un paso hacia adelante y arriesgarse para que las cosas buenas pasen en la vida.

Y colorín colorado, este cuento ya ha empezado. ¡Nunca es tarde para hacer nuevos amigos!

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!