Leo y el Lenguaje de las Manos



Era un día soleado cuando Leo llegó a la nueva escuela. Tenía solo diez años y, aunque estaba emocionado, también un poquito nervioso. Sabía que era diferente a los demás, ya que no podía oír ni hablar. Leo era sordomudo. Pero lo que no sabía era que sus compañeros de clase estaban a punto de aprender algo muy especial.

Cuando Leo entró al aula, todos lo miraron con curiosidad. La maestra, la señorita Ana, era una mujer amable y comprensiva. Empezó la clase con una gran sonrisa y les dijo a los niños: - Hoy tenemos un nuevo compañero. Su nombre es Leo.

Los niños murmuraron: - ¡Hola, Leo! , pero Leo no podía escucharles. En su lugar, sonrió y levantó la mano en señal de saludo. La señorita Ana, al notar esto, tuvo una idea.

- ¿Qué les parece si aprendemos a comunicarnos con Leo usando señas?

Los niños se miraron unos a otros, confundidos y a la vez intrigosos. Uno de ellos, Tomás, levantó la mano y preguntó: - ¿Señas?

- Sí, señas. Es un lenguaje que se usa con las manos y nuestros gestos. Vamos a aprenderlo juntos, así podemos hacer que Leo se sienta parte de nuestra clase.

Los niños estaban fascinados con la idea. La señorita Ana comenzó a enseñarles algunas palabras en lenguaje de señas. Les mostró cómo decir —"hola"  y —"gracias" . Leo, que observaba atentamente, sonrió cada vez que alguien hacía una seña.

Al pasar los días, los niños practicaban las señas con entusiasmo. Hacían juegos e incluso inventaron una canción con movimientos de manos para que Leo pudiera participar. Leo se sintió cada vez más incluido y comenzó a hacer amigos.

Pero un día, ocurrió algo inesperado. Durante el recreo, mientras todos jugaban en el patio, Leo se dio cuenta de que no podía encontrar su mochila. Con pánico en su corazón, comenzó a buscar por todos lados. Pero fue un niño llamado Lucas quien lo vio y se acercó.

- Leo, ¿qué pasa? - preguntó Lucas, aunque no podía oír su respuesta. Entonces, Leo empezó a hacer gestos desesperados, señalando alrededor mientras fruncía el ceño.

Lucas entiendió que algo no andaba bien. Corrió a avisar a la señorita Ana. - Señorita, Leo parece estar buscando algo.

La señorita Ana, alertada, se acercó a Leo. - Leo, ¿dónde está tu mochila? - hizo la pregunta con gestos amplios y claros. Leo comenzó a hacer una seña que parecía un dibujo con las manos, mostrando cómo había dejado su mochila en la banca de un árbol.

La señorita Ana entendió y rápidamente organizó una búsqueda. Todos los niños se unieron y, en cuestión de minutos, encontraron la mochila de Leo. La alegría inundó el aire. Leo sonrió, levantó las manos en señal de agradecimiento y todos lo imitaron con entusiasmo.

Desde ese día, una conexión especial se formó entre Leo y sus compañeros. Aprendieron más palabras y comenzaron a utilizar las señas no solo con Leo, sino también para comunicarse entre ellos.

La señorita Ana decidió organizar una “semana de la comunicación” en la escuela. Todos se divertirían y aprenderían a comunicarse mejor. Al final de la semana, los niños presentaron una obra de teatro donde Leo sería el protagonista. Todos usaron señas para contar la historia, haciendo que Leo sintiera que era el héroe de su propia aventura.

El día del estreno, el aula estaba decorada con dibujos y pancartas. Leo estaba nervioso, pero emocionado. Al finalizar la representación, todos aplaudieron y Leo, con lágrimas de felicidad, levantó su mano para agradecer a sus nuevos amigos.

Con el paso del tiempo, Leo no solo se integró a la clase, sino que también se convirtió en un ejemplo de perseverancia y amistad. Los niños no solo aprendieron a comunicarse con él, sino que también entendieron la importancia de la inclusión y el respeto por las diferencias.

Así, Leo no solo encontró su lugar en la escuela, sino que también enseñó a sus compañeros que la comunicación puede ser creada en cualquier forma. Y sobre todo, los unió más, demostrando que la amistad siempre encuentra la manera de superar cualquier barrera.

FIN.

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