Leo y el poder de la calma



Había una vez en el tranquilo pueblo de Villa Feliz, un niño llamado Leo. Leo era conocido por ser muy alegre y simpático, siempre con una sonrisa en su rostro y dispuesto a ayudar a los demás.

Pero, como todo niño, también tenía sus momentos de enojo. Un día, mientras jugaba en el parque con sus amigos, Leo tropezó y se cayó al suelo raspándose la rodilla.

El dolor lo hizo enfurecer y comenzó a gritar y patalear. Sus amigos trataron de consolarlo, pero Leo estaba tan enojado que no quería escuchar a nadie. "¡No quiero ayuda! ¡Déjenme solo!", gritaba Leo mientras lágrimas de rabia caían por su rostro.

Los padres que estaban cerca se acercaron preocupados por el alboroto que había armado el pequeño Leo. Su mamá, Sofía, se agachó frente a él y le dijo con calma: "Leo, entiendo que estés enojado porque te lastimaste, pero no puedes desquitarte así.

Respira profundo y cálmate". Leo estaba tan furioso que no quería escuchar a nadie. Sin embargo, las palabras de su mamá resonaron en su cabeza y decidió intentar seguir su consejo.

Cerró los ojos, respiró hondo varias veces y poco a poco fue recuperando la calma. "Tranquilo Leo, ya pasó lo peor", dijo uno de sus amigos acercándose para ayudarlo a levantarse. Leo se secó las lágrimas y miró a su alrededor.

Vio a los demás niños preocupados por él e incluso algunos adultos que lo observaban con cariño. Se sintió avergonzado por haber perdido el control de esa manera. "Lo siento chicos... Gracias por estar ahí para mí", dijo Leo tímidamente.

Sus amigos sonrieron al ver que Leo volvía a ser el mismo niño amable de siempre. Juntos siguieron jugando en el parque como si nada hubiera pasado.

Esa tarde, cuando llegaron a casa, Sofía felicitó a Leo por haber sabido controlar su enojo y le explicó lo importante que es saber manejar nuestras emociones para no lastimar a los demás ni a nosotros mismos.

Desde ese día, cada vez que sentía que el enojo empezaba a apoderarse de él, Leo recordaba la lección aprendida en el parque aquel día. Ya no reaccionaba impulsivamente ante las situaciones difíciles sino que tomaba un respiro profundo antes de actuar.

Y así fue como Leo descubrió que incluso del momento más oscuro puede surgir una luz si aprendemos a controlar nuestro temperamento y dejar entrar la calma en nuestro corazón.

FIN.

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