Leo y el tesoro de las letras


Había una vez un niño llamado Leo que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas. Leo era muy curioso y siempre estaba buscando nuevas aventuras para explorar. Pero había algo que le frustraba mucho: no sabía leer.

Leo veía a los demás niños del pueblo leyendo libros, revistas e incluso carteles en la calle, y él se sentía excluido.

Quería saber qué decían esas letras misteriosas y poder disfrutar de las historias que todos parecían estar leyendo. Un día, mientras caminaba por el bosque cercano a su casa, Leo encontró un viejo libro abandonado. Aunque no podía entender lo que decían sus páginas, sintió una fuerte conexión con ese objeto lleno de palabras desconocidas.

Leo decidió llevarse el libro a su casa y mostrárselo a su abuela Lola. Ella era una mujer sabia y siempre estaba dispuesta a ayudar a Leo en todo lo que necesitara.

Al ver el libro, la abuela Lola sonrió y le dijo: "Leo, este es un tesoro maravilloso. Es hora de que aprendas a leer". Leo se emocionó muchísimo al escuchar esas palabras y prometió hacer todo lo posible para aprender.

La abuela Lola comenzó enseñándole las letras del alfabeto una por una. Leo las repetía con entusiasmo y poco a poco fue memorizando cada uno de los sonidos que representaban. Después, la abuela Lola le enseñó cómo combinar las letras para formar palabras simples.

Pasaron semanas enteras practicando juntos todas las tardes después de la escuela. Cada vez que Leo aprendía una nueva palabra, su sonrisa se hacía más grande y su confianza crecía.

Un día, mientras paseaban por el pueblo, Leo vio un cartel en una tienda que decía: "¡Gran concurso de lectura! ¡El ganador recibirá un viaje a la ciudad!". Leo sintió que era su oportunidad de demostrar todo lo que había aprendido.

Corrió a casa y le contó emocionado a la abuela Lola sobre el concurso. Ella le dio ánimos y le dijo: "Estoy segura de que puedes hacerlo, Leo. Tienes todo lo necesario para ser un gran lector".

Leo se preparó para el concurso estudiando aún más cada día. Practicaba leyendo en voz alta frente al espejo y pedía ayuda a sus padres cuando encontraba palabras difíciles. Finalmente llegó el día del concurso.

Habían muchos niños ansiosos por participar, pero Leo estaba decidido a dar lo mejor de sí mismo. Cuando llegó su turno, subió al escenario tembloroso pero lleno de determinación. El jurado comenzó a hacerle preguntas sobre diferentes libros y él respondió sin titubear.

El público quedó asombrado por la habilidad de Leo para leer y comprender las historias. Cuando terminó el concurso, todos aplaudieron emocionados.

El jurado anunció que Leo era el ganador del gran premio: ¡un viaje a la ciudad! Leo no podía creerlo; estaba tan feliz que saltaba de alegría. Agradeció a todos los presentes y especialmente a su abuela Lola por haberlo ayudado tanto en su camino hacia la lectura. A partir de ese día, Leo nunca dejó de leer.

Descubrió un mundo lleno de aventuras, conocimientos y emociones en cada libro que abría. Y mientras exploraba esos mundos a través de las palabras, siempre recordaba el maravilloso regalo que su abuela Lola le había dado: el poder de la lectura.

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