Leo y la Fiesta de la Diversidad



Era un día soleado en la ciudad de Los Arbolitos, y Leo, un niño de diez años, estaba muy emocionado. Ese día, en su escuela, se celebraba la Fiesta de la Diversidad, un evento en el que todos los alumnos debían compartir algo especial sobre sus culturas y tradiciones.

Leo había estado aprendiendo sobre la no discriminación en su clase de educación cívica. Su profesora, la seño Clara, les había contado que la diversidad es lo que hace que el mundo sea un lugar interesante y que es importante tratar a todos con respeto.

"Yo quiero hacer algo diferente este año!" - pensó Leo mientras se preparaba para el evento.

En la escuela, Leo vio que todos sus compañeros trajeron cosas increíbles. María trajo empanadas argentinas, Juan llevó tamales y Ana unas galletitas típicas de su familia. Pero fue justo al momento de presentar su stand cuando Leo notó que a Tomás, un niño nuevo en la escuela, no lo habían invitado a unirse a ninguna mesa. Tomás era diferente porque había llegado de otro país y aún no hablaba muy bien el español.

"¿Por qué no lo invitarán?" - se preguntó Leo, perplejo y sintiéndose un poco incómodo. Pero no se quedó callado. "¡Hey, Tomás! Vení a nuestro stand! ¿Querés compartir algo?" - le gritó Leo.

Tomás sonrió tímidamente y se acercó. "Yo tengo una receta especial de mi país, pero no sé si les va a gustar..." - dijo.

"¡Claro que sí! Todos tienen que probar, la diversidad se trata de probar cosas nuevas!" - animó Leo.

Tomás sacó de su mochila una bolsita con dulces típicos de su país, una especie de caramelos de mango. "Estos son mis favoritos... se llaman gomitas de mango." - dijo, mientras todos se acercaban para probarlos.

A medida que la fiesta avanzaba, los otros chicos comenzaron a hacer preguntas a Tomás. "¿Cómo se llaman estos dulces?" - preguntó María. "¿Son siempre así de ricos?" - agregó Juan. Tomás comenzó a explicar su receta, y todos estaban muy interesados.

Sin embargo, no todos estaban contentos. Algunos chicos, que siempre eran un poco gruñones, murmuraban entre ellos. "No entiendo por qué tienen que invitarlo a él. No es de por acá..." - dijo uno de ellos, con cara de desagrado.

Leonardo sintió un nudo en su estómago. Era el momento de poner en práctica todo lo que había aprendido sobre la no discriminación. Se acercó a los chicos. "¿Pero no ven lo divertido que está siendo todo? Tomás tiene cosas buenísimas para compartir, eso es lo que hace que sea especial!" - les dijo.

Los chicos miraron a Leo con desdén y uno de ellos respondió "Pero no es como nosotros..."

"Exactamente, ¡y eso es lo lindo! Todos somos diferentes y esas diferencias nos enriquecen. ¿No les gustaría probar algo nuevo?" - Leo insistió.

Los murmullos se calmaron lentamente mientras la música sonaba de fondo y todos comenzaron a riendo de lo ricas que resultaban las gomitas de mango. El mejor momento llegó cuando uno de los chicos que había criticado a Tomás se atrevió a pedirle "¿Me podés pasar más, por favor?" - A lo que Tomás respondió con una enorme sonrisa, "¡Claro!" -

Los tios rieron y comenzaron a compartir sus cosas, hasta que no hubo más espacio en la mesa.

La fiesta terminó con un gran aplauso por la gran variedad de platos y tradiciones que todos habían compartido. Leo miró a su alrededor y se dio cuenta de lo importante que es incluir a todos, sin importar de dónde vienen. De repente, se sentía un poco más feliz, porque había hecho un nuevo amigo y había ayudado a que Tomás no se sintiera solo.

Esa noche, Leo susurró a su mamá "Hoy aprendí que la diversidad es algo hermoso, y que lo más importante es ser aceptados y amados por quienes somos."

"Exactamente, Leo. Nunca olvides eso" - contestó su madre sonriendo.

Y así, en la pequeña ciudad de Los Arbolitos, Leo siguió aprendiendo acerca de la no discriminación, llevando su mensaje de inclusión y respeto a todos los que conocía, en cada rincón del mundo que pisaba.

FIN.

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