Leonardo, el León Astronauta
En la vasta sabana, donde los árboles se mecían con el viento y el sol daba brillo a la tierra, vivía un león llamado Leonardo. Pero Leonardo no era un león común y corriente: ¡él soñaba con ser astronauta! Mientras los demás leones cazaban y jugaban, Leonardo miraba al cielo estrellado cada noche, imaginando que surcaba el espacio en su cohete.
"¿Por qué no puedo ser astronauta?" - se preguntaba Leonardo cada vez que contemplaba la luna.
Un día, con su corazón lleno de valentía, decidió contarles su sueño a sus amigos en la manada.
"Chicos, ¡quiero ser astronauta y viajar a otros planetas!" - exclamó emocionado.
Los otros leones se rieron.
"¡Eso es imposible, Leonardo! Eres un león, ¡no un humano!" - dijo Lía, su mejor amiga.
Leonardo sintió que su corazón se rompía un poco, pero decidió no rendirse. Comenzó a investigar sobre el espacio. Reunió hojas, piedras y ramas, y construyó un cohete con su amigo el pájaro Rocco, quien sabía mucho sobre arte y diseño.
"¡Mirá, Rocco! ¡Es mi cohete!" - dijo Leonardo con alegría.
"Es genial, Leonardo, pero le falta algo para volar. Necesitamos energía. Las estrellas tienen poder. ¿Cómo crees que podríamos conseguirlo?" - cuestionó Rocco.
Leonardo pensó durante un rato y dijo:
"¿Qué tal si pedimos ayuda a la Tortuga Tula? Ella siempre tiene buenas ideas."
Así que los dos amigos se fueron a buscar a Tula. Al encontrarla, le contaron su plan. Tula los escuchó con atención y después dijo:
"Me encanta que tengan un sueño. Pero para despegar, necesitan mucho más que un cohete. Vamos a aprender sobre ciencia y cómo funcionan las cosas."
Y así fue como Leonardo, Rocco y Tula comenzaron su aventura más grande. Cada día, los tres amigos se reunían junto al lago para estudiar. Aprendieron sobre gravedad, el sistema solar, las estrellas y los planetas. Leonardo descubrió que en el espacio no había aire y que necesitaba un traje especial.
"¡Esto es asombroso!" - decía cada vez que leía algo nuevo.
Sin embargo, después de meses de trabajo, la gran fecha del lanzamiento llegó. Leonardo, emocionado, se subió a su cohete.
"¡Estoy listo para despegar!" - gritó con entusiasmo.
Pero, justo antes de comenzar, un fuerte viento hizo temblar su cohete.
"¡Oh no! ¡Esto no va a funcionar!" - gritó Lía, alarmada.
"¡No te preocupes! ¡No voy a rendirme!" - respondió Leonardo con determinación.
El viento cesó, y Leonardo tomó una profunda respiración. En ese momento, Tula se acercó.
"Recuerda lo que aprendiste. Cualquier gran sueño puede tomar tiempo y esfuerzo. ¿Estás seguro de que quieres seguir adelante?"
Leonardo, mirando a sus amigos, decidió que sí. Era hora de intentarlo nuevamente. Después de ajustar algunas cosas, todos se hicieron a un lado y contaron juntos:
"¡Tres, dos, uno... despegue!"
El cohete rugió y, para sorpresa de todos, comenzó a elevarse al cielo. Leonardo podía sentir la adrenalina correr por su melena. Mirando hacia abajo, vio a sus amigos animándolo.
En el viaje, Leonardo vio cosas maravillosas: colores nunca antes vistos, estrellas brillantes y, por fin, llegó al paisaje de un planeta lejano lleno de flores azules.
"¡Mirá, Rocco! ¡Estamos en otro planeta!" - exclamó lleno de alegría.
Pero pronto se dio cuenta de que el aire era diferente y necesitaba volver a casa. Lleno de recuerdos, hizo un viaje de regreso. Al aterrizar, todos lo recibieron con una gran celebración, con banderas de colores y una gran fiesta.
"¡Lo lograste, Leonardo! ¡Eres un héroe!" - le gritaron.
Leonardo sonrió, se dio cuenta de que su sueño de ser astronauta se había vuelto realidad, aunque no de la manera que él había imaginado. Había aprendido que la ciencia, la imaginación y la perseverancia lo habían llevado muy lejos.
"¡Nunca dejen de soñar, amigos! Aunque parezca imposible, podemos lograr lo que nos propongamos juntos" - concluyó Leonardo con una gran sonrisa.
Y así, aunque no vivió en el espacio, siempre guardará en su corazón la aventura que vivió, llena de amistad y aprendencias que lo acompañarán para siempre.
FIN.