Leonardo y los Planetas Soñadores



Había una vez un niño llamado Leonardo, que tenía 5 años y le encantaban las estrellas y los planetas. Aunque le resultaba difícil escuchar, tenía un corazón valiente y unas ganas inmensas de aprender.

Un día, su mamá le dijo:

"Leonardo, ¿querés hacer un viaje por el mundo?"

Los ojos de Leonardo brillaron con emoción y asintió furiosamente. Desde ese momento, comenzaron a empacar y a planear aventuras que los llevarían a conocer todo sobre el universo.

Su primer destino fue un pueblo mágico en el que vivían otros niños con diferentes capacidades. Al llegar, Leonardo conoció a Sofía, una niña que pintaba hermosos planetas.

"¡Hola! Soy Sofía. ¿Te gustan los planetas?"

Leonardo, con una gran sonrisa, le mostró un dibujo que había hecho. Sofía, al verlo, exclamó:

"¡Es increíble! ¿Querés que pintemos juntos?"

Leonardo asintió emocionado, y juntos plasmaron un mural lleno de colores que representaba cada planeta del sistema solar.

Mientras pintaban, un viento cálido empezó a soplar y trajo consigo a Benjamín, un niño que viajaba por el aire con su cometa de papel.

"¡Miren!" gritó Benjamín, haciendo piruetas mientras volaba. "¿Quieren hacer una aventura espacial conmigo?"

Leonardo y Sofía miraron a Benjamín con curiosidad.

"¿Cómo vamos a volar?" preguntó Leonardo, un poco confundido.

"Usaremos nuestra imaginación y mucho, mucho color", dijo Benjamín, guiñándole un ojo.

Los tres se sentaron juntos en la cima de una colina y, cerrando los ojos, empezaron a imaginar que estaban dentro de una nave espacial. Sofía pintó estrellas en el aire, y Leonardo hizo ruidos de motores con su boca: “brrrm, brrrm”. El viento seguía soplando, y se sentían verdaderos astronautas.

"¡Miren! Oí un mensaje de la Tierra: estamos listos para despegar", gritó Benjamín.

Leonardo sonrió y levantó las manos como si sujetara controles.

De repente, se escuchó un estruendo, y un pequeño robot apareció entre los arbustos.

"Hola, soy R1, el robot viajero. ¿Quieren aprender sobre los planetas?"

Sofía, con ojos brillantes, preguntó:

"¿De verdad?"

R1 asintió y continuó:

"Cada uno de ustedes tiene un talento especial. Usen eso para descubrir el universo".

Leonardo se sintió especial; sabía que, aunque a veces no escuchaba como los demás, podía ver y sentir el mundo de maneras diferentes y únicas.

R1 comenzó a girar y proyectar hologramas de los planetas mientras hablaba.

"Mercurio es el más cercano al sol y es muy caliente. Venus tiene montañas que brillan y mares de ácido. Tierra, ¡su tierra, es un lugar especial!"

Leonardo miró a sus nuevos amigos con maravilla. Juntos, se turnaron para imaginar cómo serían los viajes interplanetarios.

"Voy a ser un astronauta y bailar en la luna", dijo Sofía.

"¡Y yo! voy a sembrar flores en Marte", agregó Benjamín mientras giraba en su cometa.

"Voy a escuchar las voces de las estrellas”, afirmó Leonardo, con una sonrisa.

Los tres amigos decidieron hacer un diario donde plasmarían las historias de sus aventuras fantásticas. Se prometieron que cada vez que viajaran, crearían algo nuevo: un dibujo, una canción o hasta una danza intergaláctica.

Al final de su viaje, Leonardo se dio cuenta de que, aunque era diferente, su forma de ver el mundo era lo que lo hacía especial.

"Gracias, amigos, por hacerme sentir que el universo es enorme y que hay espacio para todos”, cerró Leonardo, haciendo un gesto de abrazo.

"¡Siempre seremos parte de esta aventura!" respondieron Sofía y Benjamín al unísono.

Y así, en cada rincón del mundo, Leonardo descubrió que la amistad y la creatividad podían construir puentes entre las diferencias, llevando a todos a las estrellas, donde siempre hay lugar para entenderse y aprender juntos.

FIN.

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