Leonor y el misterio del rompecabezas perdido
Había una vez una gatita llamada Leonor que vivía en un tranquilo barrio. Leonor era conocida por todos los vecinos, quienes la querían mucho. Pero lo que más destacaba de esta encantadora gatita era su habilidad para armar rompecabezas; ¡era la mejor de todo el barrio!
Leonor disfrutaba mucho ayudar a los demás con sus rompecabezas. Cada vez que alguien se encontraba en apuros, ya sea porque le faltaba una pieza o no sabía cómo encajar las partes, Leonor aparecía de la nada con su pequeño pañuelo en la cabeza, lista para resolver el desafío.
Una tarde soleada, mientras Leonor tomaba una siesta en la ventana, escuchó a su amiga Rosa, una niña de ojos brillantes, que lloraba.
"¡Ay, Leonor! No puedo encontrar la pieza que falta en mi rompecabezas de mariposas. ¡Es el último que necesito para terminarlo!" - exclamó Rosa, sollozando.
"No te preocupes, Rosa. ¡Voy a ayudarte!" - dijo Leonor, asomándose por la ventana.
Leonor se puso su pañuelo y corrió hacia la casa de Rosa. Al llegar, comenzaron a buscar por todos lados: debajo del sofá, en la caja de juguetes y hasta en el jardín. Pero, por más que buscaban, no había señal de la pieza perdida.
"¿Y si hacemos un rompecabezas nuevo juntos?" - sugirió Leonor, tratando de animar a su amiga.
"Está bien, pero sigo queriendo encontrar la pieza de mi rompecabezas de mariposas." - respondió Rosa con tristeza.
Después de un rato, mientras juntas armaban el nuevo rompecabezas, a Rosa se le ocurrió una idea.
"Tal vez mi pieza está en algún lugar donde la guardé sin darme cuenta. ¡Voy a revisar mi caja de manualidades!" - dijo emocionada.
Leonor la siguió con entusiasmo. Al abrir la caja, encontraron muchas cosas: papeles de colores, tijeras, y hasta un pincel. Pero al fondo, Rosa exclamó:
"¡Leonor, mira! ¡Está la pieza! ¡La había guardado aquí!"
Leonor se puso muy feliz ante el hallazgo.
"¡Ves! ¡Todo fue cuestión de mirar bien! Ahora podemos completar tu rompecabezas de mariposas.”
Las dos amigas se pusieron a trabajar con alegría, encajando pieza por pieza. Pero, a medida que iban avanzando, notaron algo extraño.
"Esperá un momento, Rosa. Esta pieza no parece de tu rompecabezas." - dijo Leonor, observando detenidamente.
"¿Qué? ¿Cómo?" - preguntó Rosa, atónita.
"Mirá, es de un rompecabezas de dinosaurios. ¿Quién habrá dejado esto aquí?" - dijo Leonor, con una ceja levantada.
Las chicas decidieron preguntarle a sus amigos en el barrio si alguien había perdido una pieza. Así que, con el rompecabezas de mariposas casi completo y la pieza de dinosaurios en la mano, comenzaron a hacer preguntas a sus vecinos, hasta que llegaron a la casa del señor Pedro, un anciano que siempre tenía historias fascinantes sobre el pasado.
"Hola, señor Pedro. ¿Usted ha perdido una pieza de rompecabezas?" - preguntó Rosa, levantando la pieza.
"¡Oh, claro que sí! Esa pieza es de mi rompecabezas de dinosaurios. ¡La había buscado por toda la casa!" - exclamó el señor Pedro, emocionado.
"¿Podemos dársela? Así cada uno termina su rompecabezas" - sugirió Leonor.
El anciano sonrió ampliamente.
"Sería un placer, mis jóvenes amigas. ¿Pero qué les parece si lo armamos todos juntos?" - propuso el señor Pedro, con el brillo en sus ojos.
Y así, las tres comenzaron a armar el rompecabezas de dinosaurios en la sala del señor Pedro. A medida que encajaban piezas, contaban historias sobre los dinosaurios y compartían risas. Pronto, otros vecinos se unieron y el pequeño grupo disfrutó de una linda tarde de juego.
"Me alegra haber encontrado la pieza, pero más feliz estoy por haber disfrutado de un momento tan lindo juntos", dijo Rosa, sonriendo.
"Y lo mejor es que ayudamos al señor Pedro. ¡Así es como funcionan las cosas en la comunidad!" agregó Leonor, sintiendo el calor de la amistad a su alrededor.
La tarde terminó con todos los rompecabezas armados, risas y muchas historias compartidas. Leonor aprendió que ayudar no solo era resolver problemas, sino también crear momentos felices juntos, y eso la hizo sentir aún más feliz.
FIN.