Leonora y el bosque encantado



En un rincón mágico del mundo, había un bosque donde los árboles susurraban secretos y los ríos cantaban melodías. En este bosque vivía una niña llamada Leonora. Tenía cabellos dorados como los rayos del sol y unos ojos brillantes llenos de curiosidad. A Leonora le encantaba explorar, y un día decidió salir en busca de aventuras.

Mientras caminaba, escuchó un murmullo suave que provenía de detrás de unos arbustos. Al acercarse, se encontró con cuatro hadas resplandecientes.

"¡Hola! Soy Lila, la hada del brillo. ¡Bienvenida a nuestro bosque!" - dijo una de ellas con una sonrisa radiante.

"Soy Fernanda, la hada de la naturaleza. Encantada de conocerte, Leonora." - agregó otra.

"Yo soy Cielo, la hada de los sueños. ¿Te gustaría compartir un deseo?" - interrumpió entusiasmada la tercera hada.

"Y yo soy Flor, la hada de las flores. ¡Mira!" - dijo, mostrando un hermoso bouquet que hizo florecer ante los ojos de Leonora.

Leonora, fascinada, sonrió y agradeció la cálida bienvenida. Pero en ese instante, entre los árboles, se escuchó un ruido extraño.

"¡Cuidado!" - exclamó Lila. "Es Clara, la hada mala. A veces causa problemas en el bosque."

Justo en ese momento, Clara, la hada mala, apareció volando, con una expresión traviesa.

"¿Qué hacen ustedes con esta niña?" - dijo Clara, burlonamente. "Quizás debería darles una lección."

"No, Clara, por favor…" - suplicó Fernanda. "Leonora es nuestra amiga."

"¡Amiga!" - se rió Clara. "¿Qué tal si convierto a todos en piedras?"

Leonora se puso nerviosa, pero recordó que tenía la valentía en su interior. Así que, respirando hondo, se acercó a Clara.

"¿Por qué quieres hacerles daño?" - preguntó con dulzura. "Quizás podemos jugar juntas en lugar de pelear."

Clara se detuvo, sorprendida por la oferta. "¿Jugar? ¿Cómo?" - preguntó, con un atisbo de interés.

"Podemos buscar flores, hacer coronas con ellas y correr hacia la cascada. ¡Es muy divertido!" - Leonora sugirió.

A pesar de su naturaleza traviesa, Clara no pudo resistir la idea. "Está bien, pero solo si prometen que no se van a reír de mí si me caigo."

"¡Trato hecho!" - respondieron todas, sonriendo.

Así, Leonora llevó a las hadas a la cascada, donde flores de mil colores florecían y mariposas danzaban en el aire. Juntas, recolectaron pétalos y comenzaron a hacer coronas.

Mientras jugaban, un león apareció en el claro, mirándolas con curiosidad. 2 venaditos se unieron a la fiesta, así como 2 ardillas que correteaban de un lado a otro.

"¿Puedo jugar también?" - preguntó el león con una voz profunda pero amable. "Soy Leo."

"¡Claro!" - respondió Leonora, dándole una corona hecha de margaritas. "Mirá, te queda muy bien."

Leo aceptó la corona con una sonrisa y se unió al juego. Clara, por primera vez, se sintió parte del grupo, y su risa resonó entre los árboles.

Sin embargo, al caer la tarde, las hadas recordaron que debían regresar a sus tareas. Clara miró a Leonora, sintiéndose algo triste.

"No quiero irme. Este fue el mejor día de mi vida."

"Puedes venir a jugar cuando quieras," - respondió Leonora. "Siempre habrá espacio para una amiga en el bosque."

Clara asintió y, aunque se despidió, prometió volver. Sus cuatro amigas la abrazaron, y Leo les ofreció un último rugido amistoso. Las hadas alzaron el vuelo, y el bosque se llenó de un nuevo aire de paz.

A partir de aquel día, Leonora visitaba el bosque a menudo, creando amistades inesperadas y recordando que incluso aquellos que parecen ser ‘malos’ pueden tener un corazón amable. Y así, el bosque se convirtió en un lugar donde la bondad y la amistad florecieron, siempre llenos de flores y mariposas, bajo el mágico susurro de los árboles.

FIN.

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