Leopoldo, el león valiente
En la selva vivía un león llamado Leopoldo, que era muy alegre y simpático. Pero Leopoldo tenía algo especial: le faltaba una de sus patitas delanteras.
A pesar de eso, él no se detenía a jugar con sus amigos todos los días. Un día, mientras jugaban a las escondidas, los amigos de Leopoldo comenzaron a burlarse de él por su patita faltante.
Decían cosas como "¡Mira cómo cojeas!", "¡No puedes correr tan rápido como nosotros!" o "¡Eres diferente a nosotros!". Leopoldo se sintió triste y un poco avergonzado por las burlas de sus amigos. Se alejó del grupo y se sentó bajo un árbol, pensando en lo que habían dicho.
De repente, escuchó una voz suave que provenía de detrás del árbol. "Hola, Leopoldo", dijo la voz. Leopoldo se dio vuelta y vio a Luna, una mariposa colorida que siempre lo saludaba cuando pasaba volando cerca de él.
"Hola Luna", respondió Leopoldo con tristeza en su voz. "¿Qué te pasa? Nunca te vi tan desanimado", preguntó Luna con preocupación. Leopoldo contó lo sucedido con sus amigos y cómo se habían burlado de él por su patita faltante.
Luna escuchaba atentamente y luego le dijo:"Leopoldo, tus amigos no entienden que ser diferente es algo hermoso. Tú eres único tal como eres, tu fuerza está en tu valentía para seguir adelante a pesar de tus dificultades".
Las palabras de Luna hicieron reflexionar a Leopoldo. Se levantó con determinación y decidió hablar con sus amigos para contarles cómo se sentía realmente.
Al encontrarse con sus amigos nuevamente, Leopoldo respiró profundo y les dijo:"Sé que soy diferente porque me falta una patita, pero eso no me hace menos capaz ni menos valioso como amigo. Lo importante es lo que llevamos dentro y cómo tratamos a los demás".
Los amigos se miraron entre ellos avergonzados por haberse burlado de Leopoldo. Uno por uno pidieron disculpas y prometieron nunca más hacerlo. Desde ese día, Leopoldo siguió jugando con sus amigos sin sentirse inferior ni menospreciado.
Todos aprendieron a valorar la amistad verdadera más allá de las diferencias físicas. Y así, el león cojo enseñó una gran lección: la verdadera fortaleza radica en aceptarnos tal como somos y en respetar al prójimo sin importar las diferencias externas.
Porque lo importante no es cómo lucimos por fuera, sino quiénes somos en nuestro corazón.
FIN.