Leopoldo y el baño salvador



Había una vez en la sabana africana un león llamado Leopoldo. Leopoldo era un león muy perezoso y desordenado, a quien no le gustaba bañarse para nada.

Siempre se encontraba sucio y despeinado, lo que hacía que sus amigos animales se alejaran de él. Un día, mientras Leopoldo descansaba bajo la sombra de un árbol, pasaron por ahí Rosita la jirafa, Martín el mono y Lila la cebra.

Al ver a Leopoldo tan sucio, decidieron intervenir y ayudarlo. "¡Hola Leopoldo! ¿Por qué estás tan sucio? Deberías bañarte más seguido", dijo Rosita con amabilidad. Leopoldo frunció el ceño y respondió: "¡No me gusta bañarme! El agua me da frío y me hace sentir incómodo".

Martín el mono se acercó y dijo: "Pero Leopoldo, es importante mantenernos limpios. Así evitamos enfermedades y olores desagradables". Lila la cebra agregó: "Además, cuando nos bañamos cuidamos nuestra piel y nuestro pelaje. Nos vemos más bonitos y saludables".

Leopoldo reflexionó sobre las palabras de sus amigos. Aunque al principio se resistía a la idea de bañarse, decidió escuchar sus consejos y darles una oportunidad. Así que Rosita, Martín y Lila llevaron a Leopoldo hasta un lago cercano.

Entre los tres lo convencieron de entrar al agua poco a poco, asegurándole que no pasaría frío ni se sentiría incómodo. Al principio, Leopoldo estaba nervioso, pero luego empezó a disfrutar del baño.

Jugaba en el agua con sus amigos, riendo y chapoteando felices. Después de un buen rato en el lago, Leopoldo salió limpio y reluciente. Sus amigos no podían creer lo bien que lucía. "¡Wow Leopoldo! ¡Te ves genial! Estás radiante", exclamó Martín emocionado.

"Sí, realmente has cambiado para mejor. Ahora te verás más imponente entre todos nosotros", agregó Lila con una sonrisa. Leopoldo se sintió contento consigo mismo. Agradeció a sus amigos por enseñarle la importancia de cuidar su cuerpo y mantenerse limpio.

Desde ese día en adelante, Leopoldo incorporó el hábito de bañarse regularmente en su rutina diaria. Se sentía más saludable, feliz e integrado con los demás animales de la sabana.

Y así fue como gracias a la ayuda de sus amigos comprensivos e inspiradores, Leopoldo aprendió que cuidar su cuerpo era fundamental para su bienestar físico y social en comunidad.

FIN.

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