Leopoldo y el respeto en la selva
Había una vez en la selva un león llamado Leopoldo, quien era conocido por ser el más valiente y temido de todos los animales.
Un día, mientras caminaba por la selva, sintió un hambre voraz y vio a una pequeña hormiga cruzando su camino. Sin pensarlo dos veces, Leopoldo se abalanzó sobre la hormiga y se la comió de un solo bocado.
Al darse cuenta de lo que acababa de hacer, el león sintió un profundo remordimiento en su corazón. Se sentía triste y arrepentido por haberle quitado la vida a un ser tan pequeño e indefenso como esa hormiga.
Comenzó a reflexionar sobre sus acciones y decidió buscar a la reina de las hormigas para disculparse y pedirle perdón. Leopoldo recorrió toda la selva hasta encontrar el hormiguero donde vivía la reina de las hormigas.
Con mucha humildad, se postró frente a ella y le dijo: "Reina de las hormigas, vengo a ti con el corazón lleno de arrepentimiento por haberme comido a una de tus súbditas. Fue un acto impulsivo e injusto de mi parte, y deseo pedirte perdón".
La reina de las hormigas, sorprendida por las palabras del león, decidió escucharlo con atención. Después de unos momentos de silencio, la reina respondió: "Leopoldo, tus acciones han causado dolor en nuestro hogar, pero veo sinceridad en tus palabras y arrepentimiento en tu mirada.
Aceptamos tus disculpas bajo una condición: deberás demostrar que eres digno del perdón ayudando a nuestras hermanas insectos cada vez que lo necesiten". El león asintió con determinación y prometió cumplir con la petición de la reina.
A partir de ese día, Leopoldo se convirtió en el guardián protector de todas las criaturas pequeñas e indefensas del bosque. Ayudaba a los pájaros heridos a construir sus nidos, escoltaba a las mariposas durante sus vuelos y cuidaba celosamente cada paso que daban las hormigas.
Con el tiempo, Leopoldo se ganó el respeto y admiración no solo de los habitantes del bosque sino también del resto de los animales grandes como él.
Descubrió que su fuerza podía ser utilizada para proteger y cuidar a los más vulnerables en lugar de intimidarlos o lastimarlos.
Y así fue como Leopoldo aprendió una valiosa lección: nunca subestimar el valor ni el tamaño de cualquier ser vivo en este mundo porque todos merecen respeto y compasión sin importar cuán pequeños sean. --
FIN.