Leopoldo y la grandeza de la solidaridad



Había una vez en la sabana africana un león llamado Leopoldo. Leopoldo era conocido por su gran melena dorada y su actitud soberbia.

Siempre se pavoneaba por la selva como si fuera el rey de todos los animales, y en parte lo era, pero no por ser el más fuerte o el más valiente, sino porque siempre lograba conseguir lo que quería. Un día, Leopoldo se despertó con un rugido ensordecedor proveniente de su estómago.

Había pasado varios días sin cazar y tenía un hambre voraz que le retorcía las tripas. Decidió salir a buscar algo para comer, pero al acercarse a una manada de ñus, estos salieron corriendo asustados al verlo llegar.

Frustrado por no poder atrapar ninguna presa, Leopoldo decidió esconderse detrás de un matorral y esperar pacientemente a que alguna presa pasara cerca. Pasaron las horas y finalmente vio a una liebre salir de su madriguera y dirigirse hacia un pastizal cercano.

Leopoldo se relamió los labios al ver a la jugosa liebre tan cerca de él. Se preparó para saltar y atraparla cuando escuchó la voz de alguien que lo detuvo en seco.

"¡Alto ahí, Leopoldo! ¿Realmente crees que es correcto cazar a esa indefensa liebre solo porque tienes hambre?" -dijo una voz dulce y melodiosa. Leopoldo giró la cabeza sorprendido y vio a una anciana jirafa parada frente a él con una mirada seria pero compasiva.

"¿Y quién eres tú para decirme qué hacer? ¡Soy el rey de la selva y tengo derecho a alimentarme como mejor me plazca!" -respondió Leopoldo con arrogancia.

La jirafa suspiró profundamente antes de contestar: "Todos tenemos derecho a alimentarnos, eso es cierto, pero debemos hacerlo respetando a los demás habitantes de este lugar.

¿No sería mejor buscar juntos una solución donde todos podamos saciar nuestro hambre sin lastimar a nadie?"Leopoldo reflexionó unos momentos sobre las palabras de la jirafa y finalmente asintió con la cabeza. Juntos idearon un plan para recolectar frutas del bosque y encontrar agua fresca para saciar el hambre del león sin necesidad de cazar a ningún animal indefenso.

Con el tiempo, Leopoldo aprendió que no necesitaba imponerse sobre los demás para demostrar su grandeza; que la verdadera grandeza radicaba en respetar a los demás seres vivos y trabajar juntos en armonía para garantizar el bienestar de todos.

Desde ese día, Leopoldo dejó atrás su actitud soberbia y se convirtió en un líder respetuoso y solidario dentro de la selva. Todos los animales aprendieron a valorarlo no por su fuerza o ferocidad, sino por su bondad y generosidad hacia los demás habitantes del bosque.

Y así fue como Leopoldo encontró la verdadera grandeza en el corazón noble que siempre había llevado dentro.

FIN.

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