Lexuri y la Aventura en Zuñiga
En un cálido día de verano, Lexuri, una niña llena de curiosidad y energía, se preparaba para un viaje muy especial a su pueblo Zuñiga, donde su aitona (abuelo) y su amandría (abuela) vivían en una hermosa casa de campo. Su corazón latía de emoción por ver a su prima Oneka y al burro Isidro, el más simpático del pueblo.
"¿Estás lista, Lexuri?" -, preguntó su aitona mientras cargaba la camioneta con provisiones.
"¡Sí! No veo la hora de llegar y jugar con Oneka!" -, respondió Lexuri, sonriendo de oreja a oreja.
Cuando finalmente llegaron a Zuñiga, el aroma de las flores y el canto de los pájaros llenaron el aire. Little andaba, corriendo hacia la casa de sus abuelos.
"¡Aitona, amandría!" - gritó Lexuri al ver a sus abuelos esperando en la puerta con los brazos abiertos.
"¡Lexuri! ¡Qué alegría verte!" - respondieron al unísono, llenos de amor.
Una vez en casa, salieron al campo donde les esperaba Oneka, jugando con Isidro, el burro, que siempre estaba dispuesto a hacerles compañía.
"¡Lexuri! ¡Vení a jugar!" - llamó Oneka, que tenía una sonrisa traviesa.
"¿Qué vamos a hacer hoy?" - preguntó Lexuri.
"Vamos a explorar el bosque. Hay un lobo y unas criaturas mágicas llamadas Karnículas que dicen que aparecen al atardecer. ¡Dale, vení!" - sugirió Oneka, emocionada.
Sin pensarlo dos veces, las tres se dirigieron hacia el bosque, riendo y jugando. Isidro las siguió, rebotando con sus orejas largas y peludas. El bosque era un lugar lleno de misterios: árboles grandes y frondosos que parecían susurrar secretos al viento.
Mientras exploraban, escucharon un ruido extraño. Una sombra pasó entre los árboles.
"¿Qué fue eso?" - preguntó Lexuri, con un poco de miedo.
"Puede ser el lobo..." - dijo Oneka, intentando sonar valiente.
"No hay que temer, las historias sobre el lobo no siempre son ciertas. A veces, se esconde detrás de los árboles, pero no siempre quiere hacer daño." - explicó Lexuri, recordando lo que había aprendido de su amandría.
Decidieron acercarse lentamente, con cuidado. Al llegar a un claro, encontraron al lobo. Pero en lugar de ser feroz, el lobo lucía triste.
"¿Qué te pasa, amigo?" - le preguntó Lexuri con dulzura.
"Estoy solo, nadie me quiere por ser un lobo..." - respondió el lobo con una voz suave.
"No deberías sentirte mal solo por ser diferente. ¡Todos somos distintos y eso nos hace especiales!" - le dijo Lexuri, sonriendo.
"Tenés razón. ¿Te gustaría ser mi amiga?" - preguntó el lobo, sorprendido.
"¡Sí!" - exclamó Lexuri entusiasta. "Siempre buscaremos formas de incluirte. La diversidad es lo que hace la vida interesante."
El lobo, al escuchar esto, sonrió tímidamente. Estaba tan contento de encontrar nuevas amigas. Pero, de repente, aparecieron las Karnículas, pequeñas criaturas resplandecientes, que danzaban alrededor de las tres amigas y el lobo.
"¡Hola! ¡Nos hemos dado cuenta de tu valiente corazón, Lexuri!" - gritó una de las Karnículas. "¡Por eso, hemos venido a jugar!".
Lexuri, Oneka, el lobo y el burro Isidro se unieron a las Karnículas en un mágico baile bajo las estrellas. Aprendieron a que no hay que juzgar a otros por sus apariencias y que la amistad puede surgir en los lugares más inesperados.
Al siguiente día, mientras regresaban a casa, el aitona les preguntó:
"¿Qué aventuras vivieron hoy?" -
"¡Hicimos nuevos amigos!" - gritó Lexuri. "Y también aprendimos a no tener miedo a lo diferente."
Esa noche, mientras miraban las estrellas en el patio de sus abuelos, Lexuri sintió que había crecido un poco más. Había aprendido la lección más importante de todas: el valor de la amistad y de aceptar a los demás tal como son, sin importar lo diferentes que puedan parecer.
Así, la aventura de Lexuri en Zuñiga no solo fue un día de sol y risas, sino un viaje al corazón de la conexión y la comprensión.
Y desde aquel momento, Lexuri, Oneka, el lobo y hasta Isidro se volvieron inseparables. Siempre recordaron que las diferencias no son un motivo para tener miedo, sino una razón más para celebrar juntos la vida.
FIN.