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En un pequeño barrio de Buenos Aires, vivía un niño llamado Santiago. Desde muy chico, amaba el fútbol. Sus días comenzaban con un par de zapatillas gastadas y un balón que había visto mejores tiempos. Santiago soñaba con jugar en uno de los equipos más grandes del mundo: el Real Madrid.

Todos los días, después de la escuela, se dirigía al parque a practicar. Dribles, gambetas y tiros al arco eran parte de su rutina. Su amigo Lucas siempre lo acompañaba.

"Santiago, un día te veré jugando en el Bernabéu", le decía Lucas mientras aplaudía con energía.

A pesar de su talento, Santiago enfrentaba muchos obstáculos. La gente a veces le decía que era un sueño imposible. Un día, mientras pateaba la pelota en un torneo escolar, un cazatalentos lo observó.

"¡Niño! ¡Eres bueno! ¿Te gustaría probar en un club?", preguntó el cazatalentos con entusiasmo.

Santiago no podía creerlo. "¡Sí, por favor!" respondió, casi en shock.

Las pruebas fueron duras, el nivel era alto y la competencia feroz. Sin embargo, Santiago no se desanimó. "El esfuerzo vale la pena", pensó mientras se preparaba para su turno.

Después de horas de juegos, recibió la noticia que siempre había deseado. "Felicitaciones, ¡has sido seleccionado!", le anunciaron los entrenadores. Su corazón estalló de felicidad.

Con el tiempo, Santiago se destacó en su nuevo equipo y comenzó a recibir propuestas de clubes de renombre. Cada vez que tenía una competencia, su mamá y Lucas lo animaban desde la tribuna.

"¡Vamos, Santiago! ¡Eres el mejor!", gritaba Lucas con todas sus fuerzas.

Pasaron los años y un día, recibió la llamada que cambió su vida. "Hola, Santiago. Eres muy talentoso y queremos que juegues con nosotros en el Real Madrid."

Las lágrimas brotaron de sus ojos. "¡No puedo creerlo!", respondió, lleno de emoción.

El día de su debut fue mágico. En la tribuna, sus amigos y familia estaban presentes. "¡Lo lograste!", gritaban todos mientras él entraba al campo con el número 10 en su camiseta.

Esa noche, Santiago recordó todo el esfuerzo, las caídas y las horas de práctica. "Nunca dejé de soñar", pensó mientras miraba al cielo.

Desde entonces, se convirtió en una leyenda del fútbol, no solo por su talento, sino por demostrar que con dedicación, nada es imposible. Santiago sabía que su historia era solo el comienzo de muchas otras leyendas que vendrían después de él.

FIN.

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