Lia y el Arcoíris Mágico
Había una vez, en un hermoso jardín lleno de flores de todos los colores, una mariposa blanca llamada Lia. A pesar de vivir en un lugar tan colorido, Lia se sentía muy triste. Todos los demás insectos, las mariposas, las abejas y hasta los pájaros, la miraban con desdén. No entendían por qué, a pesar de que Lia era una mariposa, su color blanco la hacía parecer un poco —"fea" en comparación con los demás que tenían colores vibrantes.
Un día, Lia decidió que ya no podía soportar más las burlas. "No quiero seguir siendo la mariposa insignificante que nadie quiere", -suspiró, y salió volando del jardín en busca de un lugar donde pudiera ser aceptada.
Durante su vuelo, Lia se encontró con un destello de luz en el cielo. "¿Qué será eso?", -se preguntó curiosa. Se acercó volando y descubrió que era el Arcoíris. Cada color brillaba con una intensidad deslumbrante, y Lia sentía que su corazón se llenaba de esperanza.
"Hola, pequeña mariposa", -dijo el Arcoíris, con una voz dulce y armoniosa. "¿Por qué estás tan triste?"
"Me siento fea y no tengo colores como los demás", -respondió Lia con lágrimas en sus ojos.
"Eres hermosa tal como eres, pero puedo ayudarte a ver lo maravillosa que realmente eres", -dijo el Arcoíris con una sonrisa.
Entonces, el Arcoíris extendió sus colores hacia Lia, envolviéndola en un abrazo luminoso y mágico. De repente, Lia sintió que su cuerpo se llenaba de estrellas y colores que nunca había imaginado.
"¡Mirá!", -gritó el Arcoíris. "Ahora tienes los colores más bellos, brillantes y relucientes que el mundo haya visto. Cada uno de ellos es único, igual que tú."
Lia, ahora convertida en una mariposa adornada con los tonos más hermosos, se miró a sí misma y sonrió. "¡Qué belleza! ¡Gracias, Arcoíris! Ahora sé que cada color refleja una parte de mi ser!"
Con su corazón lleno de alegría, Lia voló de regreso al jardín. Cuando los demás insectos la vieron, todos quedaron boquiabiertos. "¡Wow! ¡Nunca vi algo tan hermoso!", -exclamaron los pajaritos.
"Mirá esos colores tan brillantes", -dijo una mariposa de alas azules, admirando a Lia.
Pero Lia no se dejó llevar por la alabanza. Sabía que la verdadera belleza no estaba solo en el color, sino en aceptarse a uno mismo.
Con el tiempo, Lia comenzó a compartir su historia. "Antes creía que no era linda porque no tenía color, pero el Arcoíris me enseñó que cada uno de nosotros tiene algo especial", -decía a los que la rodeaban. "No importa cómo te veas, lo importante es cómo te sientes y cómo tratas a los demás."
Los otros insectos empezaron a ver a Lia no solo como una mariposa, sino como su amiga. Comenzaron a acercarse a ella, y con sus historias y risas, aprendieron a disfrutar la diversidad que cada uno traía al jardín.
Y así, Lia y el Arcoíris se convirtieron en símbolos de aceptación y amor por uno mismo. Las mariposas comenzaron a mostrar sus colores, mientras que las abejas zumbaban al ritmo de los corazones contentos.
Desde aquel día, Lia nunca se sintió sola, y en su jardín se celebraba la belleza de ser diferente.
El Arcoíris continuó brillando, recordándole a todos que la verdadera magia está en el amor propio y la aceptación.
Y colorín colorado, este cuento de Lia y el Arcoíris ha terminado.
FIN.