Lia y la Bruja Come Niños



Había una vez, en un pueblito rodeado de bosques y montañas, una pequeña llamada Lia. Lia era curiosa, valiente y siempre estaba dispuesta a ayudar a sus amigos. Sin embargo, había un rumor que rondaba por su pueblo: la leyenda de una bruja que vivía en lo profundo del bosque y que, según decían, ¡se comía a los niños!

Un día, mientras Lia jugaba en el parque con sus amigos, escuchó de nuevo a dos ancianas que hablaban sobre la bruja.

"¡Hay que tener cuidado con la bruja! Se la ve en la entrada del bosque al anochecer. Ella busca niños traviesos para comerlos. ¡Es terrible!" - decía la anciana, asustada.

"Deberíamos quedarnos alejados del bosque. Dicen que ella tiene un enorme caldero donde cocina a sus víctimas" - agregó la otra.

Lia miró a sus amigos, Tomás y Ana, y decidió que era hora de actuar.

"No podemos dejar que la gente tema algo que no conoce. ¡Debemos descubrir la verdad sobre la bruja!" - dijo con determinación.

Sus amigos la miraron sorprendidos.

"¿Y si nos atrapa?" - preguntó Tomás, temblando.

"¡No lo hará! Juntos somos más fuertes. ¡Vamos!" - respondió Lia, convencida.

Entonces, los tres amigos, armados con linternas y una gran dosis de valentía, se adentraron en el misterioso bosque. La oscuridad rodeaba el lugar, y el viento hacía susurrar las hojas de los árboles, pero Lia no se dejó intimidar.

Mientras caminaban, empezaron a escuchar una extraña melodía. Era un canto suave y envolvente que parecía atraerlos más hacia el corazón del bosque.

"¿Escuchan eso?" - preguntó Ana, con curiosidad.

"Sí, sigamos la música. Tal vez nos lleve hasta la bruja" - dijo Lia, decidida.

Finalmente, llegaron a un claro iluminado por la luz de la luna, donde encontraron una pequeña cabaña. La melodía provenía de allí.

Con un profundo respiro, Lia se acercó y golpeó la puerta. Para sorpresa de todos, la puerta se abrió lentamente y apareció una anciana con una sonrisa amable. Era la famosa bruja.

"¡Hola, pequeños! ¿Qué hacen tan lejos de casa?" - preguntó, con una voz dulce.

Lia, aunque un poco nerviosa, respondió:

"Hemos venido a saber la verdad sobre ti. La gente dice que te comes a los niños, y queríamos comprobarlo."

La bruja se reía suavemente,

"Esos son solo rumores. Es cierto que soy una bruja, pero no como niños. ¡De hecho, les hago dulces y galletas!" - explicó, señalando una mesa llena de postres deliciosos.

Los ojos de Lia y sus amigos brillaron al ver la mesa.

"¿De verdad?" - preguntó Tomás, incrédulo.

"Sí, me gusta crear golosinas mágicas para compartir con los niños del pueblo, pero como siempre me ven como la bruja malvada, no se atreven a acercarse. ¡Cada cookie tiene un toque de alegría!" - dijo la bruja con orgullo.

Lia y sus amigos no podían creer lo que escuchaban. La bruja les invitó a entrar, y juntos disfrutaron de galletas, tortas y risas. Aprovecharon para hablar y conocerse mejor. Lia le preguntó por qué no se defendía de los rumores.

"A veces la gente se deja llevar por los miedos y no pregunta. Yo soy feliz haciendo lo que amo, así que decidí no lamentarme y buscar mi propio camino en el silencio" - respondió la bruja, sonriendo.

La noche pasó volando, llena de historias y risas. Cuando Lia, Tomás y Ana finalmente decidieron regresar a casa, la bruja les dio un puñado de golosinas como regalo.

"Nunca dejen que el miedo les impida descubrir la verdad sobre los demás. Muchas veces, lo que parece malo al principio puede ser algo maravilloso", les dijo antes de despedirse.

Al llegar al pueblo, Lia compartió su aventura con todos. Los niños dejaron de temerle a la bruja y comenzaron a visitarla, convirtiéndose en amigos. La bruja, por su parte, fue tomando confianza y se convirtió en un miembro querido de la comunidad.

Desde ese día, Lia, Tomás y Ana aprendieron que la valentía no solo consiste en enfrentar el peligro, sino también en buscar la verdad, hacer amigos y no dejar que los rumores definan nuestras creencias.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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