Lia y la Bruja Malvada en España
Había una vez en una pequeña aldea de España, una niña llamada Lia. Era curiosa y valiente, siempre dispuesta a ayudar a los demás. Un día, mientras exploraba el bosque cercano, se enteró de que una bruja malvada estaba causando problemas en el pueblo. Teniendo un corazón lleno de coraje, Lia decidió que debía hacer algo al respecto.
"- ¡Tengo que hablar con alguien!", dijo Lia mientras corría hacia la plaza del pueblo. Allí encontró a Don Miguel, el viejo jardinero.
"- Don Miguel, he escuchado que hay una bruja malvada haciendo travesuras. ¿Qué podemos hacer?" - preguntó Lia, preocupada.
"- Ah, Lia. Esa bruja vive en la montaña oscura. Tiene el poder de transformar las cosas en algo horrible. Pero hay algo que olvidaste: a veces, las apariencias engañan", respondió Don Miguel, acariciando su perrito.
Decidida a descubrir la verdad, Lia se adentró en el bosque. Mientras caminaba, empezó a notar que todo en el bosque brillaba con colores mágicos. De repente, escuchó un llanto que provenía de un arbusto espeso. Con cuidado, se acercó y encontró a una pequeña criatura hecha de hojas.
"- ¡Hola! ¿Por qué lloras?" - preguntó Lia.
"- Soy Flora, la guardiana del bosque. La bruja malvada ha robado mi magia y ahora no puedo cuidar de los árboles ni de los animales" - explicó la criatura con lágrimas en sus ojos.
"- ¡No te preocupes, Flora! Voy a ayudarte a recuperar tu magia. Dime, ¿dónde vive la bruja?" - dijo Lia con determinación.
"- Ella vive en la montaña oscura, y tiene un espejo mágico que le da su poder. Si logras romperlo, ella perderá su magia y no podrá hacer más mal" - respondió Flora.
Armada con esa información, Lia continuó su viaje. A medida que se acercaba a la montaña, notó que el aire se volvía frío y la oscuridad aumentaba. Pero su corazón estaba decidido.
Cuando llegó a la cueva de la bruja, vio el espejo resplandeciendo. Al entrar, la bruja, con su boca torcida y ojos como brasas, se dio cuenta de la presencia de Lia.
"- ¿Qué hace una niña aquí?" - gritó la bruja.
"- He venido a liberarte de tu propia tristeza. No tienes que hacer daño a otros para sentirte poderosa" - respondió Lia, sin dudar.
"- ¡Tú no sabes nada!" - la bruja se burló, mientras Lia se acercaba al espejo.
"- Sé que estás sola y llena de rencor. Tu magia solo trae dolor" - dijo Lia, mientras levantaba una piedra afilada hecha de su valor.
Con un golpe decidido, Lia rompió el espejo. Al instante, una explosión de luces llenó la cueva, y la bruja empezó a transformarse. Su rostro, antes torcido, comenzó a suavizarse.
"- ¿Qué me has hecho?" - preguntó la bruja confundida.
"- Te he liberado. Ahora puedes elegir ayudar a los demás en lugar de hacerles daño" - le dijo Lia.
La bruja, aún sorprendida, sonrió por primera vez. "- Nunca pensé que podría cambiar. Quizá haya una forma de hacer el bien" - susurró.
Y así, Lia y la bruja, ahora amiga, regresaron al pueblo. Con la ayuda de Flora, empezaron a cuidar del bosque y enseñaron a los niños a proteger la naturaleza. La bruja, en vez de miedo, empezó a ser vista como una protectora.
"- Gracias, Lia. No sé qué habría hecho sin ti. Has cambiado mi vida" - dijo la bruja, ahora conocida como la Señora de la Luz, mientras miraba a su nuevo hogar.
Y desde ese día, el pueblo de Lia prosperó, lleno de magia, amistad y un sentido de comunidad más fuerte que nunca. Lia se convirtió en una heroína, no porque luchara contra el mal, sino porque eligió comprenderlo y transformarlo en algo hermoso.
"- Nunca olvides que a veces, lo que más asusta, puede volverse nuestra mayor fortaleza" - les decía Lia a sus amigos. Y así, Lia y su nueva amiga, la Señora de la Luz, vivieron muchas aventuras juntas, siempre cuidando del bosque y de su querido pueblo.
Y colorín colorado, este cuento ha terminado.
FIN.