Lía y su Nuevo Amigo
Era un día soleado en la ciudad y Lía, una niña de diez años con grandes sueños, estaba en el patio de su casa dibujando un mundo de colores. De repente, escuchó un ruido en la puerta.
- ¡Mamá! - gritó Lía, mientras corría hacia la entrada.
Su madre sonrió y le dijo:
- Lía, hay una sorpresa esperando por vos.
Cuando Lía abrió la puerta, el sol iluminó el pequeño perro que estaba sentado en el umbral. Tenía un pelaje marrón claro y unos ojos que brillaban como estrellas.
- ¡Un perro! - exclamó Lía, dándole la bienvenida con los brazos abiertos.
Su madre, con una sonrisa tierna, le explicó:
- Se llama Max, y viene de un refugio. Necesita un hogar y mucho amor.
Lía no podía contener su emoción y rápidamente abrazó a Max.
Desde ese día, Lía y Max se volvieron inseparables. A cada lugar que iba, Max la seguía con su lengua afuera y su cola moviéndose a mil por hora. Juntos exploraban el parque, donde Lía se imaginaba como una intrépida exploradora y Max, su valiente compañero.
Un día, mientras jugaban a la pelota, un grupo de niños al otro lado del parque los observaba. Uno de ellos, un chico llamado Tomás, se acercó con cautela.
- Hola, ¿puedo jugar con ustedes? - preguntó Tomás.
Lía sonrió, y le dijo:
- ¡Claro! Max adora jugar a la pelota.
Tomás se unió a la diversión, y pronto se hicieron amigos. Sin embargo, a medida que pasaban los días, Tomás comenzó a jugar menos, ya que algunos niños en la escuela se burlaban de él por su amor a los animales.
Lía, al enterarse de esto, sintió que debía hacer algo. Entonces un día, se armó de valor y fue hacia Tomás.
- Tomás, ¿por qué no viniste a jugar a la casa? - preguntó Lía, un poco preocupada.
- Mis amigos dicen que soy un ‘raro’ por querer jugar con perros, así que me da miedo - lamentó Tomás.
Lía lo miró con firmeza y le respondió:
- No tengas miedo. Max y yo creemos que los amigos deben ser queridos por quienes son, no por lo que les gusta. ¡Y a mí me gustan los perros y las aventuras!
Tomás quedó pensando en lo que Lía le dijo. Esa misma tarde, Lía, Max y Tomás decidieron hacer un cartel y organizar un pequeño evento en el parque para que todos pudieran conocer a Max y jugar con él.
- ¡Hagamos un día de perros! - propuso Lía.
Y así lo hicieron. Hicieron pancartas y las colocaron en el parque, invitando a todos a un día de juegos. El día llegó y muchos niños se presentaron, trayendo a sus propios perros. Lía y Tomás habían planeado varias actividades, como carreras de obstáculos y concursos de trucos.
- ¡Mirá cómo salta Max! - gritó Lía, mientras Max hacía un truco con un aro.
Los niños aplaudían y reían, y pronto Tomás se sintió más seguro. Al final del día, la risa y la alegría fueron el hilo conductor de esa hermosa jornada. Los niños, en lugar de burlarse, admiraban a Tomás por su idea.
- Gracias, Lía. Me siento bien de ser quien soy - dijo Tomás, sonriendo de oreja a oreja.
La amistad entre Lía y Tomás creció, y cada vez más, se unieron otros chicos del barrio. Tras este evento, Max se convirtió en el perro oficial del parque, y Lía entendió que la amistad y la aceptación son valores muy importantes.
Pasaron los años, pero lo que nunca se olvidó fue ese primer día en que Max llegó a su vida, cambiándola para siempre.
Un día, mientras Lía acariciaba a Max en el sillón, pensó:
- Ser una buena amiga es la aventura más grandiosa de todas.
Y así, Lía, Tomás y Max siguieron viviendo aventuras, demostrando que cada día puede ser una nueva oportunidad para encontrar amigos y celebrar la diversidad.
Desde aquel día en el parque, nunca olvidaron que lo más importante es aceptarnos y querernos, tal como somos.
FIN.