Líam y el misterio del volcán
Líam era un niño de diez años, famoso en su escuela por su increíble inteligencia y curiosidad. Siempre llevaba consigo una libreta donde anotaba todas sus preguntas y descubrimientos. Su habitación estaba llena de experimentos, libros y mapas. A pesar de su inteligencia, a veces se sentía solo porque no había muchos niños que compartieran su amor por el conocimiento.
Una tarde, mientras paseaba por el parque, escuchó a un grupo de niños hablando sobre una leyenda local. Decían que en lo profundo del bosque, hay un antiguo volcán apagado que, a veces, emitía un misterioso resplandor. Los niños decían que el volcán guardaba un tesoro, y sólo aquellos valientes que se acercaran podrían descubrirlo.
Intrigado, Líam decidió que debía investigar aquel misterio. "Cuando algo llama mi atención, no puedo resistirme a descubrirlo"-, pensó. Esa noche, trazó un plan en su libreta. En él, anotó los materiales que necesitaría: una linterna, cuerdas, un mapa del bosque y, por supuesto, una libreta para registrar sus hallazgos.
Al día siguiente, se armó de valor y se adentró en el bosque. Cuando llegó al volcán, se sorprendió al ver que efectivamente había un resplandor suave y cálido que emanaba de sus laderas. "¡Increíble! ¿Qué puede ser esto?"-, murmuró Líam, muy emocionado.
Decidido a averiguarlo, comenzó a trepar por la ladera del volcán. De repente, escuchó un ruido. "¿Quién anda ahí?"-, preguntó Líam, asustado. Desde detrás de una roca apareció una niña de su edad, con una mirada curiosa y una sonrisa amplia. "Soy Rama, estaba buscando flores y escuché el resplandor. ¿Vos también?"-
Líam, aliviado, sonrió. "Sí, soy Líam. Pero estoy aquí para descubrir el misterio del volcán"-.
Rama decidió unirse a él en su aventura. Juntos, comenzaron a investigar el área. Mientras exploraban, Líam se percató de que el resplandor provenía de una cueva. "¡Mirá Rama, creo que aquí está el tesoro!"-
Una vez dentro, encontraron un sitio sorprendente. Las paredes estaban cubiertas de cristales que brillaban con el mismo resplandor que había visto afuera. Pero no solo eso, se dieron cuenta que los cristales formaban figuras que representaban distintos tipos de ciencias: biología, química, física y matemáticas.
"¡Esto es asombroso!"-, exclamó Rama. "Es como si el volcán estuviera enseñando todas estas cosas"-.
Líam, iluminado por la idea, comenzó a tomar notas. "Estos cristales podrían ser un proyecto para la escuela. Podríamos crear una exhibición sobre la ciencia y su belleza"-.
Después de explorar y anotar todo lo que pudieron, decidieron que lo mejor sería llevar la noticia a su escuela. Con la ayuda de sus maestros, organizaron una exposición. Todos los alumnos, incluso aquellos que solían pensar que la ciencia era aburrida, se sintieron atraídos por la vibrante decoración creada con los cristales y las fascinantes historias que Líam y Rama contaron sobre su aventura.
La exposición fue un éxito rotundo. Líam se sintió feliz al ver cómo sus compañeros comenzaron a apreciar el mundo de la ciencia. "Nunca pensé que esto pudiera atraer tanta atención"-, dijo Líam. "La ciencia puede ser emocionante y divertida, solo hay que saber mirarla»-.
A partir de ese día, Líam se ganó el respeto de sus compañeros, no solo como el chico inteligente, sino también como alguien que podía compartir y hacer entender a demás la magia de aprender. Y así, encontró en Rama una nueva amiga que compartía su pasión por el conocimiento.
La historia de Líam y Rama se convirtió en una leyenda en la escuela, un recordatorio de que la curiosidad y el trabajo en equipo pueden llevar a descubrimientos sorprendentes. Desde entonces, Líam nunca volvió a sentirse sólo, porque ahora sabía que el camino del conocimiento podría ser disfrutado junto a amigos.
FIN.