Libélula y el mágico secreto de los cabellos



En un pequeño pueblo rodeado de brisas suaves y árboles frondosos, vivía un hada llamada Libélula. Con sus alas brillantes y su risa melodiosa, disfrutaba llevar magia y deseos de prosperidad a cada uno de los habitantes. Cada mañana, antes de que el sol saliera completamente, Libélula volaba en círculos sobre el pueblo, lanzando polvitos de colores que llenaban de alegría a pequeños y grandes.

Un día, mientras sobrevolaba una casa, vio a una niña llamada Clara que deseaba con todas sus fuerzas hacer amigos. "Deseo tener muchos amigos que me quieran" - suspiró Clara. Libélula, al escuchar su deseo, sonrió y dejó caer un poco de polvo mágico sobre ella.

Pero había un secreto en el brillo de las alas de Libélula: cada vez que cumplía un deseo, necesitaba cortar un pequeño mechón de cabello de una de las personas que encontraba en su camino. Este pelo era muy especial, ya que la hechicera del bosque lo usaba para crear pócimas que unían a las parejas. Esa misma tarde, mientras Clara jugaba en el parque, Libélula apareció como un destello.

"¡Hola, Clara!" - saludó Libélula, haciendo una voltereta en el aire.

"¿Eres un hada?" - preguntó Clara, con los ojos brillantes de emoción.

"Soy Libélula y estoy aquí para traerte amistad y alegría. Pero debo llevarme un poco de tu cabello para ayudar a crear lindos lazos de amor en el mundo".

Clara se sintió un poco reacia. "¿Por qué tienes que llevarte mi cabello?" - inquirió.

"Porque con cada deseo que cumplo, lastimosamente debo sacrificar un pequeño mechón. Pero con él, se crean historias de amor que hacen felices a muchas personas" - explicó Libélula, intentando que Clara comprendiera que sus acciones tenían un propósito.

Aun así, Clara no estaba dispuesta a entregar su cabello, así que pensó en una idea. "Si me ayudas a hacer amigos, quizás estaría dispuesta a dártelo". Libélula se rió. "¡Trato hecho! Vamos a hacer que lluevan nuevos amigos para vos".

Esa tarde, Libélula convoco a todos los pequeños del pueblo. Con su magia, hizo que los niños empezaran a jugar y reír juntos. Cada vez que compartían un juego, algo dentro de Clara se iluminaba. Pasó el tiempo, y Clara no solo había hecho amigos, sino que había encontrado en ellos una familia.

Finalmente, Libélula se acercó a Clara. "Has sido tan valiente y generosa. Estoy lista para llevarme ese mechón de cabello ahora que has encontrado alegría con tus amigos". Clara, recordando lo bien que se sentía al jugar y compartir, sonrió. "Está bien, Libélula, espero que tu hechicera haga felices a muchas parejas. Toma lo que necesites".

Con un suave toque de su varita, Libélula cortó un pequeño mechón y lo guardó en su bolsa de magia. "Gracias, Clara. Tú has demostrado que la verdadera amistad es más fuerte que el miedo".

Días después, Clara descubrió que su decisión había tenido un efecto mágico. Todos los nuevos amigos empezaron a formar un club de juegos, y cada vez que jugaban, más niños se unían. Libélula, desde el cielo, sonreía al ver cómo su magia había florecido.

Y cada vez que una pareja se enamoraba, en algún lugar lejano se alzaban risas, porque Clara, con su gesto desinteresado, había ayudado a que el amor floreciera en el mundo.

Desde aquel día, Clara disfrutaba sabiendo que su cabello no solo había sido un simple sacrificio, sino la semilla de felicidad. Y así, mientras el viento soplaba en el pueblo y las risas se mezclaban con la magia, Libélula continuó cumpliendo deseos, uniendo corazones y llevando alegría a todos.

FIN.

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