liberar la naturaleza


Había una vez en un pequeño pueblo rodeado de selva, un niño llamado Ian. Desde que era muy chico, Ian había sentido una conexión especial con los animales.

Pasaba horas observando a las aves volar y a los monos saltar de rama en rama. Su mayor deseo era que todos los animales pudieran vivir libres y felices en la selva, lejos de jaulas y cadenas.

Un día, mientras paseaba por el bosque, Ian se encontró con un grupo de personas que estaban construyendo un zoológico. Se acercó curioso para ver qué estaban haciendo y escuchó cómo hablaban sobre capturar animales salvajes para exhibirlos en jaulas.

Ian sintió un nudo en el estómago al pensar en los animales separados de su hogar y encerrados solo para entretener a las personas. Decidió que tenía que hacer algo al respecto. - ¡Alto! -gritó Ian valientemente-. ¡Los animales no deben estar encerrados! Deben vivir libres en la selva.

Las personas del zoológico se rieron de él y le dijeron que no entendía nada. Pero Ian estaba decidido a luchar por lo que creía justo.

Decidió hablar con el dueño del zoológico para explicarle por qué era importante respetar a los animales y dejarlos vivir en libertad. El dueño del zoológico, al principio escéptico, quedó sorprendido por la sabiduría y determinación de ese niño valiente. - Tienes razón, Ian -dijo el dueño del zoológico-.

No deberíamos privar a los animales de su libertad. A partir de hoy, este lugar se convertirá en un santuario donde los animales vivirán como si estuvieran en la selva.

Ian sonrió satisfecho al ver cómo los leones corrían libres por praderas abiertas y las cebras galopaban sin miedo entre árboles frondosos. Había logrado su objetivo: demostrar que todos podían convivir en armonía respetando la naturaleza.

Poco después, el pueblo entero se unió al esfuerzo de Ian por proteger la selva y a sus habitantes animals, emplumados y escamosos. Juntos limpiaron ríos contaminados, plantaron árboles para recuperar áreas deforestadas y cuidaron a cada animal herido o enfermo hasta devolverlo sano a su hábitat natural.

La noticia sobre la valentía de Ian se extendió rápidamente por todo el país e inspiró a otros niños a seguir su ejemplo. Pronto, más zoológicos se transformaron en santuarios naturales donde cada especie podía vivir según sus instintos más salvajes.

Ian comprendió entonces que aunque pareciera difícil cambiar las cosas, nunca era imposible cuando uno lucha con amor y pasión por aquello en lo que cree profundamente.

Y así fue como el pequeño Ian logró su sueño: ver a todos los animales felices y libres bajo el sol brillante de la selva.

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