Lihuén y la Gran Aventura del Viaje
Había una vez un pequeño niño llamado Lihuén, que vivía en un hermoso barrio donde las flores siempre estaban en flor y los pájaros cantaban alegres. Tenía tres años y era un niño curioso que pasaba sus días explorando el parque, jugando con sus amigos y contando cuentos a su mamá y papá. Pero un día, Lihuén notó algo extraño en su lengua: una pelotita que le causaba molestias.
La mamá de Lihuén, al verlo inquieto, lo llevó al médico del barrio.
"Doctor, ¿qué tiene mi nene?" - preguntó mamá con preocupación.
"No te asustes. Lihuén necesita viajar a otro país donde hay doctores muy buenos que lo curarán" - respondió el doctor con una sonrisa tranquilizadora.
Lihuén no entendía del todo, pero cuando su papá le explicó, se emocionó a pensar en la aventura.
"¡Viajaremos en avión!" - exclamó Lihuén, haciendo saltitos de alegría.
La familia comenzó a prepararse. Hicieron una lista de cosas que llevarían y Lihuén eligió sus juguetes favoritos: su peluche de dinosaurio y su balón de fútbol. Mientras tanto, su mamá y papá recolectaban documentos y hacían reservas para el viaje.
El día antes de partir, Lihuén sintió un poco de miedo.
"¿Y si extrañaré a mis amigos?" - preguntó con un hilito de voz.
"Podés llevarte un dibujo para ellos y enviarles videos desde lejos" - le dijo su papá, acariciándole la cabeza.
"Sí, ¡eso haré!" - sonrió Lihuén con más confianza.
Finalmente, llegó el gran día del viaje. En el aeropuerto, Lihuén miraba todo asombrado.
"¿Dónde está el avión?" - preguntó, mirando hacia arriba.
"Allá, en la pista. Vamos a tomar ese que tiene las alas grandes" - le explicó su mamá, señalando un avión blanco que estaba despegando.
Cuando subieron al avión, Lihuén no podía creer que estaba volando.
"¡Mirá, papá, estoy en el cielo!" - dijo emocionado.
El viaje fue un poco largo, pero Lihuén jugaba, miraba por la ventana y hasta dormía entre las nubes. Finalmente, aterrizaron en un lugar nuevo y brillante con gente que hablaba diferente.
Los médicos que recibirían a Lihuén eran personas muy amables. Ella le explicó que tenía que hacerse algunos estudios y un pequeño tratamiento para quitarle esa pelotita.
"¿Duele?" - preguntó Lihuén, temeroso de lo que vendría.
"No, te daremos una medicina que hará que no sientas nada" - le dijo un doctor, mientras le mostraba una sonrisa.
Pasaron los días y Lihuén disfrutaba de conocer nuevos lugares, aprender palabras en otro idioma y comer cosas deliciosas. Pero también había momentos de preocupación antes de su tratamiento.
Una tarde, tras un día de juegos, se sentía un poco triste.
"Mamá, ¿y si no puedo jugar con mis amigos de nuevo?" - preguntó, muy preocupadito.
"Lo harás, mi amor, y además podrás contarles sobre todas las cosas que aprendiste. ¡Esto es solo un pasito hacia un nuevo comienzo!" - respondió su mamá, dándole un abrazo que lo llenó de calidez.
El día del tratamiento llegó y Lihuén estaba un poco nervioso.
"¿Estás listo, campeón?" - le preguntó su papá, mientras le daba su peluche de dinosaurio.
"Sí, vamos a hacerlo" - afirmó Lihuén con valentía.
Estuvo en una sala blanca con muchos colores y juguetes. El doctor le explicó todo mientras Lihuén se sentía a gusto. Después de un ratito, ¡todo terminó!"¡Ya está! Ahora a descansar y luego a jugar" - dijo el doctor.
Lihuén sonrió, sintiéndose aliviado y feliz. Regresaron a casa, donde compartieron sus historias con amigos a través de cartas y videollamadas. Poco a poco, la pelotita desapareció y Lihuén se sintió mejor que nunca.
Al volver a su hogar, organizó una fiesta para todos sus amigos, donde les contó acerca de su aventura y lo que aprendió en el viaje.
"¡Viajar y conocer cosas nuevas es lo mejor!" - anunció, mientras todos aplaudían.
Y así, Lihuén, junto a su familia, descubrió que con amor y valentía se pueden enfrentar los desafíos. Y siempre quedará en su corazón esta gran aventura, que le enseñó a ser valiente y a disfrutar cada momento de la vida.
FIN.