Lili y el encuentro inesperado
Era un soleado día de primavera cuando Lili salió de casa rumbo al mercado. Su mamá le había pedido que comprara algunas verduras frescas para la cena, y Lili estaba emocionada por ayudar. Mientras caminaba, notó a un hombre sentado en una esquina. Él llevaba ropas desgastadas y sucio, y la verdad es que no se veía muy feliz.
Sin pensar mucho, Lili miró al hombre y le dijo, sin mala intención: "¡Sos muy feo!"- La frase resonó en el aire y, para su sorpresa, el hombre se puso de pie, visiblemente enojado.
"¿Qué dijiste, piba?"- gritó el vagabundo, acercándose rápidamente. Lili sintió un nudo en la garganta, pero no tuvo tiempo de reaccionar. Él estiró la mano y le arrebató el celular de su bolsillo. Lili apenas pudo gritar antes de que él desapareciera entre la multitud.
Con el corazón latiendo a mil por hora, Lili sacó toda la valentía que tuvo y llamó a su mamá. "Mamá, me robaron el celular..."- dijo llorando.
"¿Qué? ¡Lili! ¿Por qué no te cuidaste? ¡Voy a castigarte por esto!"- su mamá gritó, llenando a Lili de miedo.
Con lágrimas en sus ojos y un nudo en el estómago, Lili regresó a casa. La regañina de su mamá hizo que se sintiera aún más mal. Se acostó en su cama, tratando de entender lo que había pasado, y se dio cuenta de que sus palabras podían herir a los demás.
Al día siguiente, Lili se despertó con la intención de remediar su error. Se armó de valor y decidió que debía hacer algo bueno. Al salir de casa, se encontró con un pequeño gato callejero, que parecía perdido y asustado. Sin pensarlo dos veces, lo levantó con cuidado y decidió llevarlo a casa.
Cuando llegó, su mamá estaba en la cocina. "Mamá, mirá lo que traje!"- exclamó Lili emocionada, mostrando al pequeño gato que ronroneaba suavemente en sus brazos.
"Pero Lili, no podemos tener una mascota ahora"- respondió su mamá, un poco sorprendida.
"Por favor, mamá. Este gatito necesita un hogar. Yo también aprendí que a veces las palabras pueden hacer daño, y quiero hacer las cosas bien. ¿Podemos quedarnos con él?"- pidió Lili, con una mirada llena de esperanza.
La mamá de Lili, al ver la ternura del gatito y la sinceridad en los ojos de su hija, sonrió. "Está bien, pero tienes que prometernos que cuidarás de él. Tú y yo seremos responsables de cuidar a nuestro nuevo amigo"-.
Lili asintió, feliz. Así fue cómo el pequeño gato se convirtió en parte de la familia. Con el tiempo, Lili aprendió a tratar a los demás con amabilidad y compasión. Supo que sus palabras eran poderosas y que podían herir o sanar, dependiendo de cómo las usara.
Un día, mientras jugaba con su gato en el parque, Lili se cruzó de nuevo con el vagabundo al que había ofendido. En lugar de ignorarlo, Lili se acercó y le dijo: "Hola, soy Lili. Me gustaría disculparme con vos por lo que dije el otro día. No fue correcto de mi parte"-.
El hombre, sorprendido por la valentía de Lili, sonrió levemente y respondió: "Agradezco que lo digas, pequeña. A veces, la gente no se da cuenta cómo sus palabras pueden afectar a los demás"-.
Ese encuentro marcó un cambio en Lili. Desde entonces, no sólo se convirtió en una dueña responsable de su nuevo amigo de cuatro patas, sino que también se esforzó por ser más amable y comprensiva con todos a su alrededor. Lili aprendió que es importante pensar antes de hablar y que siempre hay una oportunidad para rectificar los errores.
Y así, Lili, el gato y la lección que aprendió la acompañaron en muchos más días soleados y aventuras por venir.
FIN.