Lina y el Murallón del Bienestar



En Arequipa, donde los cielos se abrazan a los volcanes, yo, Lina, paseaba por la plaza de armas cuando vi a un grupo de niños jugando frente al famoso Murallón de la ciudad. Todos reían y compartían, pero cuando se acabaron los juguetes, algunos se quedaron sentados con tristeza.

"- ¿Por qué no jugás con ellos?", le pregunté a Lucas, un chico que se apartaba.

"- Porque no tengo juguetes, Lina. No puedo jugar sin ellos", respondió con los ojos bajos.

De repente, se me ocurrió una idea. "- ¡Vamos a inventar nuestros propios juegos!"

Así fue como nos pusimos a buscar cosas en el parque: una piedra, una rama, una caja vacía. Con ellos creamos un juego llamado "El Tesoro del Murallón". Todos se unieron, y poco a poco los risas llenaron el aire nuevamente.

"- ¡Es igual de divertido!", exclamó Emma, sosteniendo una rama como si fuera un espadachín.

Poco a poco, entendí que la diversión no dependía de los juguetes, sino de la creatividad y la amistad.

Desde ese día, cada tarde nos reunimos en el Murallón para crear nuevos juegos. Todos éramos parte de algo, y aprendí que compartir lo que tenemos, aunque no sean grandes cosas, trae felicidad.

La verdadera riqueza se encuentra en nuestra imaginación y en la conexión con los demás. Y así, el Murallón se transformó en nuestro lugar favorito en Arequipa, donde lo simple se convirtió en mágico.

FIN.

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